En su último artículo en El Tiempo (Nov.09.24), el exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra, uno de los colombianos que más conocen de asuntos ambientales, se preguntó “¿Dos convenciones, dos fracasos?”, refiriéndose a las COP sobre estos temas, las 28 realizadas sobre cambio climático desde 1990 y las 16, sobre biodiversidad, desde 1993, incluida la última en Cali.

Allí explica lo lejos que se está de alcanzar las dos metas fijadas y concluye: “En síntesis, estos dos tratados internacionales han tenido muy poco éxito, para decir lo menos”.

En el caso de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que generan el cambio climático, 32 años después de la primera COP en París, la concentración de dichos gases, lejos de haber disminuido según su propósito, ha aumentado en el muy alto 18,5 por ciento, haciendo inalcanzable no sobrepasar un incremento de la temperatura de la tierra en 1,5 grados centígrados en relación con la era preindustrial, hace más de 200 años.

Sobre la COP16, fue evidente el éxito de Cali y de los caleños en lo que tuvo que ver con la organización del evento y con interesar a los colombianos en su realización. Pero en cuanto a las conclusiones –que les correspondía sacar a los delegados de los países en sus reuniones privadas–, dice Manuel Rodríguez, “no hubo ningún avance. Más que preocupante”. Porque desde 1992 van 420 millones de hectáreas deforestadas y en los últimos 54 las poblaciones de fauna silvestre han disminuido en 73 por ciento.

Y explicó que los países desarrollados no dejan de emitir GEI en grande ni han cumplido con su compromiso en la Convención de Cambio Climático de respaldar con recursos suficientes a los países subdesarrollados para que puedan alcanzar las metas de mitigación y adaptación a dicho cambio, aportes que han sido 15 veces inferiores a lo prometido (!), incumplimiento que no se va a reversar con lo que se decida en la COP29 de cambio climático que se realiza en Azerbaiyán entre el 11 y el 22 de este mes.

Cómo contrastan estas verdades con la charlatanería de Gustavo Petro, quien jamás ha mencionado la importancia de que Colombia se centre en adaptarse y mitigar los efectos de un cambio climático que no se detiene a escala global, dadas sus las notables dificultades para lograrlo y el desinterés de los países que lo generan en mayores proporciones.

Pero Petro sí insiste en que centremos nuestros esfuerzos en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de las que solo aportamos el 0,6 por ciento del total del mundo y, entre ellas, apenas el 0,2 por ciento son de gas carbónico originado por la combustión de combustibles fósiles.

Que Gustavo Petro y Susana Muhamad digan cuáles son sus metas en mitigación y adaptación del país al cambio climático, lo de verdad urgente, porque en esto es posible avanzar –si el gobierno trabaja a su favor, como es obvio– y dejan su falaz y perniciosa demagogia sobre la transición energética en Colombia.

Que además cesen su maltrato a la producción de combustibles fósiles y a Ecopetrol con sus decisiones –entre ellas sostener a Ricardo Roa– y su retórica falaz, posición que no tiene ningún gobierno de país productor de petróleo del mundo. ¡Ninguno!