Los visitantes llegan al país con más páramos, destacado por sus aves, sus mariposas, 13 mil kilómetros de ríos navegables, un 4% de la cuenca amazónica. A propósito el río Amazonas sufre una de las peores sequías de la historia.
El epicentro es Cali, con el Valle del Cauca, una de las tierras más fértiles del mundo y con la mayor productividad de caña de azúcar. Además con notables avances investigativos en variedades de caña y en ahorro de agua para el riego de cultivos. En efecto antes se gastaban tres mil metros cúbicos de agua por hectárea, en la actualidad mil.
Se han reducido las quemas para el corte de la caña gracias a la mecanización. Pero no debería haber quemas. Los hijos y nietos de los corteros de caña, gracias a la educación, ya no quieren ese oficio.
Cali también se considera la capital del Pacífico. Este ecosistema de mar profundo, ballenas jorobadas, millones de culebras en Gorgona, selva, ríos, esteros, contrasta con desiertos del Perú, desarrollos agropecuarios en Ecuador, infraestructura de turismo y vegetación seca en Centro América.
Colombia tiene el reto de reivindicar a los ciudadanos del Pacífico con la protección de su ambiente.
Sin embargo, en sectores preocupa que por las declaraciones de áreas reservadas, el país no pueda tener alternativas y complementos portuarios en el Pacífico. Habrá que mirar cómo se conciben puertos que aprovechen las bahías profundas que no tienen ríos sedimentarios.
Nuestro Pacífico es fundamental para agregar al Canal de Panamá un ferrocarril que comunique los dos océanos. Deberá analizarse si el desarrollo ferroviario de Panamá será suficiente, décadas adelante, para resolver problemas de capacidad y de altibajos de agua en el Canal.
Mención especial merece la política energética. La teoría de la exclusión, nada de petróleo, lo mínimo en gas, y la lentitud de la transición, sumado a la prevención contra las hidroeléctricas, así sean pequeñas y protejan grandes vecindarios, nos puede llevar a lo peor: tener que instalar generadoras de carbón en boca de mina.
No hay claridad sobre sustitutos del petróleo en la petroquímica y en materiales de construcción, que sustituyen la madera, y alternan con la mampostería y el acero.
El reto minero es muy grande, en el sur del continente hay mucha mina en desiertos. Colombia cuenta con enormes yacimientos en zonas de bosque húmedo y nacimientos de agua. La ciencia no es para siempre decir No sino para explorar desarrollos sostenibles.
Nuestra institucionalidad es grande, costosa, en sitios ineficiente, y paralizante de manera creciente.
Sigue vigente reducir el número de corporaciones ambientales. Varias no alcanzan sino para colocar amigos de jefes políticos.
La frontera agropecuaria tiene que pararse. No puede ser que se destruya el bosque con coca y después con ganadería.
Por fortuna la palma africana en nuestro medio ha sustituido praderas y no ha demolido la selva como en algunos países de Asia.
El aguacate sustituye café, pastos de tierras altas, pero no puede invadir orillas de quebradas.
Solamente para mirar un aspecto de la coca: su capacidad de tala de nuestros bosques y de contaminación de las fuentes de agua. Hay que acabarla.
A pesar de tantas dificultades y amenazas, los visitantes extranjeros encontrarán un territorio que todavía tiene más del 50% en selva primaria.
Proteger la selva debería ser nuestra principal contribución en la lucha contra el calentamiento global. La autoridad cuenta con los bonos verdes.
Tristemente acabaron con Familias Guardabosques. En sus inicios, hace 20 años, no se le asignaba la importancia que hoy tendría en la COP16.
Los visitantes extranjeros llegan a un país con un potencial inmenso de regeneración de su flora. Casi que terrenos que se dejen sin rula y sin machete, en poco tiempo están convertidos en bosques de media hacha. Tal vez con excepciones puntuales en la Guajira y en la Tatacoa.