Hace unos años, cuando por fin fueron canalizados los arroyos más importantes del norte de Barranquilla, a quienes circulamos por ese sector de la ciudad nos dio la impresión de que el problema había quedado resuelto. Ya la lluvia no suponía un fenómeno paralizante, o no del todo, y aunque se sabía que persistían algunos puntos por adecuar no parecía que fuesen de importancia. Desde luego, en otras zonas todavía era necesario tomar medidas, pero se había logrado lo impensable y el camino hacia la solución definitiva se veía prometedor. El optimismo estaba justificado. Sin embargo, una seguidilla reciente de aguaceros torrenciales nos recordó que el manejo de esas violentas escorrentías nos demandará más esfuerzo y una notable constancia.
Diversos eventos: carros varados en la anegada Vía 40, una moto arrastrada en la carrera 43, un bus atrapado en la calle 85 e incluso una inundación en Villa Campestre causaron una repetición de titulares que creíamos superados. Algunos ciudadanos han advertido la aparición de «nuevos arroyos» mientras que, desde la Secretaría de Obras Públicas del Distrito, explican que la mala disposición de basuras ha motivado desviaciones preocupantes de ciertos cauces, lo que podría esclarecer las novedosas situaciones.
Si bien no hay una respuesta concreta y contundente para resolver cada una de las emergencias recientes, por fortuna los trámites para intervenir el peligroso arroyo de la calle 85 ya están en marcha y se espera que eso mitigue una parte de los riesgos. Sobre lo demás, será tarea de las autoridades afinar las observaciones y decidir el curso a seguir. Lo cierto es que, con lo que nos ha costado, la ciudad no podría permitirse un retroceso en el manejo de su novel sistema de alcantarillado pluvial. En ese sentido, no valen las excusas.
Mientras se toman las medidas de fondo, valdría la pena habilitar un sistema de alerta móvil (WEA, por sus siglas en inglés), que les permita a los barranquilleros, y especialmente a los visitantes, conocer en tiempo real los peligros que representa un aguacero en nuestra ciudad. Un sistema así, similar a uno que existe en los Estados Unidos desde 2012, permite a quienes poseen teléfonos inalámbricos y otros dispositivos móviles recibir mensajes de texto con una ubicación geográfica específica, alertándolos sobre las inminentes amenazas a la seguridad en su área. Hace poco pudimos verlo en acción durante el huracán Milton. Desconozco las complejidades inherentes a su implementación, pero dado que las obras de infraestructura todavía se van a demorar, no cabe duda de su conveniencia.