Los antecedentes de los seguros los proveen mercaderes babilónicos (3.000 A.C.), que entre todos asumían las pérdidas durante viajes y travesías. La práctica era parte del Código de Hammurabi, rey babilonio que creó un compendio de leyes para establecer un sistema legal común para su imperio. La costumbre se basaba en la solidaridad comunitaria para cubrir contingencias y se reponían naves, mercancías, animales y preveía indemnización a mujeres tras fallecer el cónyuge.
Cuando la única planta de regasificación de gas líquido que tiene Colombia inició operaciones, muchos criticaron ese “costo innecesario”. Sería tan innecesario como tener seguros para proteger vehículos, salud e incluso la vida. Nunca queremos usarlos, porque implica que algo sucedió a aquello que amparan, pero qué alivio tenerlos y no tener que gastar en el imprevisto que se nos presenta. Así debió verse siempre la planta: como un seguro energético para el país. En principio, para cuando el denominado Grupo Térmico (plantas ubicadas en la Costa Atlántica que pagan por la disponibilidad de la planta de regasificación) era despachado y los campos de gas ya no podían entregar los picos de gas necesarios para garantizar la generación de energía eléctrica. Siempre ha cumplido su cometido, el Grupo importa el gas líquido y la planta presta su servicio de regasificación para mandarles el combustible por el sistema de transporte de la Costa Atlántica. Hoy, más que nunca, es un seguro ante el déficit de gas local que enfrenta el país y que algunos minimizan. La planta recibió hasta 2023 un promedio de 8 barcos/año, mientras que en los 9 meses de 2024 ha recibido 40, reflejo de su intensa actividad, coadyuvando así a evitar que el país haya sufrido racionamientos. Durante el fenómeno del Niño, seco y extenso, apoyó, como siempre, a compensar el déficit de generación de las hidroeléctricas, cuyos embalses no tenían agua; durante la Niña, hasta ahora más seca que lo esperado, sigue prestando sus servicios a las térmicas para protegernos de un costoso apagón. Hoy permite importar 48% del consumo de gas/país diario, muestra de su papel crítico y estratégico. El gas importado no usado por las plantas térmicas podría destinarse a otros sectores (hogar, vehículos, industria y comercio) que ya sufren restricciones en el suministro. Mientras vemos noticias que retrasarán la entrada del gas del Campo Uchuva (hoy Sirius), los accionistas de la planta anunciaron expansiones para regasificar más del 56% del total del consumo de gas del país en un día. La planta simula el flujo de gas local y, por ende, soporta nuestra matriz energética. Por ahora, el fantasma de un apagón ha sido neutralizado. Es la “ficción” que provee un seguro, la amenaza ocurrió, no hay gas local, pero nos protege la cobertura, la planta.
No hay datos históricos de que alguno de los asegurados por Hammurabi haya reclamado al rey por el pago, tras llegar a destino a salvo del clima y los piratas. A la planta de regasificación la compararon con un “taxi parqueado con el taxímetro andando”, no era eso, es el seguro que hoy mantiene nuestras luces encendidas.