El cambio técnico y el desarrollo tecnológico han sido promovidos y financiados por el sector público como parte de un programa deliberado y bien estructurado de desarrollo científico y tecnológico. En Estados Unidos, muchos de los desarrollos que se han comercializado en los últimos años no provienen de inversión privada en investigación y desarrollo, sino de grandes proyectos de investigación promovidos y ejecutados por el departamento de Defensa y por el Instituto Nacional de Salud de ese país, principalmente.

En Singapur, la tecnología fue originalmente importada por el gobierno, atrayendo empresas extranjeras y fortaleciendo la investigación local. En Brasil, el desarrollo agropecuario y agrológico que ha hecho posible que ese país se convirtiera en líder mundial de producción de alimentos, el desarrollo de la industria aeroespacial y el del sector de tecnología informática han sido promovidos y financiados por el gobierno.

Es hora de que en Colombia se establezca un sistema y una estructura de ciencia y tecnología que canalice enormes recursos del sector público a la investigación aplicada y el desarrollo a través de institutos especializados que realicen, en colaboración con las universidades, las investigaciones que requiere el impulso que se le debe dar a los sectores productivos para sofisticar y diversificar la oferta de productos.

Esta no es tarea para una misión de sabios, aunque puede ser un punto de partida, ni de programitas como los que hoy financian Colciencias o las gobernaciones con plata de las regalías. Debe ser un programa de estado liderado por los ministerios de Agricultura, Comercio Exterior, Minas y Energía, Salud y por supuesto Educación, con participación del Deparmaneto Nacional de Planeación. También va a requerir el concurso de Agrosavia, Ecopetrol, Reficar y –muy especialmente– Bancoldex como posible gestor empresarial y financiero. La idea es que este grupo de entidades diseñen con el concurso de las universidades, del sector privado y la comunidad científica las instituciones que sean necesarias. Es claro que se debe fortalecer la competencia de estos ministerios en ciencia y tecnología, o que se concentre esa sabiduría en un ministerio de Ciencia y Tecnología, procurando que no corra la suerte del ministerio de Medio Ambiente.

Ecopetrol y Reficar deben impulsar el desarrollo de la industria petroquímica, carboquímica y oleoquímica en el país, con el apoyo de universidades, pero quizás organizándolo alrededor de un instituto de desarrollo tecnológico. Algo similar debe hacer el Ministerio de Salud para el desarrollo de la industria farmoquímica y bioquímica. También sería necesario que en coordinación con estas instituciones opere una agencia adscrita al Ministerio de Comercio Exterior que tenga la función de buscar, atraer y contratar empresas extranjeras.

La tarea es monumental, pero no hace daño comenzar a discutir lo que implica organizar un sistema nacional de ciencia, tecnología e informática.