El próximo 20 de agosto entrega su cargo el Contralor General de la República, Edgardo Maya Villazón, dejando en lo más alto el nombre de este organismo estatal de vigilancia del buen uso de los recursos y bienes públicos de la nación.
Hacía muchos años que esta entidad no brillaba por su gestión. Su compadrazgo con la clase política corrupta del país la sumió por muchos años en el fondo del desprestigio y la pérdida de credibilidad. Y no es que ahora estén robando más, es que antes no se ejercía con determinación e independencia el ejercicio del control fiscal como se hace hoy. Por esta razón es que la Contraloría General de la República (CGR) es la única entidad del Estado que goza del más alto prestigio y confianza por parte de los colombianos.
Claramente, todo esto se debe al liderazgo que el contralor Edgardo Maya y su equipo de profesionales le imprimieron a este ingrato ejercicio del control fiscal. No debe ser fácil tomar decisiones que afectan la moral, el bolsillo y la libertad a altos funcionarios que gozan de mucho poder político y económico en este país. Hay que tener valor y funcionarios bien capacitados (y bien pagos) para develar, por ejemplo, los sofisticados torcidos en Reficar, donde hubo que adelantar más de 25 auditorias durante seis meses para desenmascarar a varios bandidos de cuello blanco que inflaron de USD3,9 millones a USD8 millones el contrato de modernización de la Refinería de Cartagena, el cual resultó costando más que la ampliación del Canal de Panamá.
Hay que tener los pantalones bien amarrados para destapar, sancionar y mandar a la cárcel a varios funcionarios públicos, magistrados de las Altas Cortes y congresistas que montaron un concierto para delinquir y robarse más de $54.000 millones en Córdoba. Esta investigación destapó el cartel de la hemofilia y el cartel de la toga.
Otro de los grandes golpes a la corrupción pública por el cual será recordado el contralor Maya, fue el hallazgo del multimillonario robo de los dineros destinados a la alimentación de 3,8 millones de niños de escasos recursos del país, a través del Programa de Alimentación Escolar (PAE), que administra el despacho de la cartera de Educación. Ni qué hablar de los miles de millones que se robaron a través de la reforma a las regalías, después de que al exministro Juan Carlos Echeverry se le ocurrió traérselas para Bogotá y convertirlas en mermelada.
También descubrió la embolsillada que Electricaribe venía pegándose con los subsidios que el Gobierno les giraba a los 600.000 hogares más pobres de la Región Caribe.
Deja pues, el Contralor Edgardo Maya, una gestión íntegra en este organismo de control fiscal. Dios quiera que la Universidad Industrial de Santander (UIS) y el actual Congreso de la República escojan un Contralor que continúe con esta ardua tarea de reducir esta corrupción pública que tiene estancado a nuestro país.
Una reflexión final del primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew. “Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”.
*Experto en financiamiento agropecuario