Ninguna guerra es buena, excepto para los fabricantes de armas y para quienes obtienen grandes botines después de las batallas. Hay que meter en esa lista a las naciones que se quedan con otras naciones o con apetecidas porciones de tierra de los perdedores. La guerra deja traumas y heridas irreparables. También pobreza, desaparecidos y desplazamiento forzado.

Pero de las guerras han salido poderosos avances científicos por cuenta de inhumanos experimentos que proporcionaron a la ciencia considerables aportes. Con mucho dolor por cierto. De las guerras también salen pueblos vencidos que se convierten en países fuertes y se levantan de sus cenizas con rapidez y enjundia.

Alemania, Japón, Inglaterra y Francia son vivos ejemplos de ello. Son países con duras experiencias bélicas y con una población considerable, lo cual le da una gabela importante. Hay otros conflictos, como el que ha sufrido Colombia a través de su crucial historia. O el de la Unión Soviética cuando quedó desmembrada y desapareció en pedazos y de ella quedó una decena de pequeñas naciones como Croacia, un pedacito de la Yugoslavia de Tito.

De esa pequeña Croacia, de la que hasta ahora buena parte del mundo se entera que tiene un poco más de tres millones de habitantes, salió Luka Modric, el gladiador que en sus tiempos libres se dedica a jugar al fútbol en la selección de su país, cuya camiseta oficial es un extraño y simpático ajedrez rojo y blanco.

Es forjado a través de la experiencia y el sacrificio como lo indican las breves reseñas periodísticas escritas sobre él. Que era un niño de seis años cuando le tocó desplazarse de un lado a otro por el conflicto con los serbios, que ejecutaron a su abuelo. Que huyendo y jugando al fútbol logró formarse como una estrella producto de la necesidad. Que su padre lo distraía de los avatares del desplazamiento con un balón. Que un presunto falso testimonio en un caso de transferencias ilegales al extranjero lo tiene en la mira del tribunal provincial de Osijek y podría pagar una pena de cinco años.

Todo eso es Modric y mucho más. Le ha tocado enfrentar críticas y patadas. Ires y venires. Cambio de clubes y un estrellato mundial de apariencia tardía, porque ahora en la cresta de la ola tiene 33 años. Luka no juega solo. Tiene con él otros 10 gladiadores en la cancha, como lo dijo el bastión francés Paul Pogba: “Croacia no es solo Modric”. Así que el partido de este domingo frente a Francia no es solo de fútbol. Es un encuentro del chico de barrio que logró superar las adversidades, los 450 mil muertos de la guerra y los 200 mil desaparecidos, una cifra considerable si sabemos que los croatas son apenas un poco más de tres millones.

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