Adelantándonos a criticones más perversos que competentes, cuando a buen seguro van a decir que hemos escrito anteriormente en esta sección periodística del gran Joe Louis, uno de los tres campeones mundiales más grandes que ha tenido el boxeo. A esos lengua largas y capacidades cortas les diremos que en sesenta años de labor permanente en los periódicos barranquilleros hemos escrito sobre Joe Louis, no una, ni tres, ni cinco, sino mucho más, porque así hay que hacerlo. A un grande del boxeo como Louis hay que mencionarlo cuantas veces sea necesario.
Louis, ya retirado del boxeo y vuelto a éste por el cúmulo de deudas que tenía con el Tío Sam, lo único que se ganó de esa vuelta absurda, cuando ya sus reflejos y su potencia muscular “estaban del otro lado”, fue un segundo nocaut sufrido en su palmarés.
A este columnista le gusta observar a los grandes campeones mundiales del ayer, para ver su desenvolvimiento físico a través de los años. Y en esto Louis derrotaba a todos los ex campeones mundiales. Alto, con seis pies y dos pulgadas de estatura y apenas con unas cuantas libras de sobrepeso, Louis llegó a Barranquilla y acá no hubo oferta para hacer una exhibición boxística. Pero sí para jugar una partida de gol en los links del country club. Y allá fuimos para ver su desenvolvimiento en este juego.
Louis se movía como un boxeador en plenitud. Y como que nos vio cara diferente a los patos circundantes nos preguntó en inglés, cuál era su pelota, luego que todos los jugadores le habían hecho swing a la misma. Pero como si fuera un partido oficial nada pudimos contestarle, porque al parecer las pelotas de golf utilizadas no tenían numeración como en otras partes del mundo.
¿Qué como parecía Joe Louis a los cuarenta y tantos años en aquella ocasión? Como lo que jugaba en aquellos momentos era golf y no béisbol, parecía un hombre entero por el tremendo swing con el que abrió su participación. Al fin alguien le pudo decir que era la bola amarilla que estaba algo cerca del hoyo final, pero metida en una zanja más bien corta que larga. Louis le pidió al caddy que iba con él un determinado palo y con éste golpeo con moderado poder hacia el hoyo final y la verdad es que estuvo a punto de haber embocado su pelota, lo que arrancó aplausos del público, que estaba a unos cincuenta o sesenta metros del hoyo final.
A todas estas, ya este columnista había maldecido mentalmente el tiempo que perdió en aprender inglés, que es el idioma más utilizado del mundo para las entrevistas, y así perdimos la ocasión bellísima de entrevistar a Joe Louis. Un Louis diferente, diferentísimo, al que siendo poco más que un adolescente, ya fuera enseñado por sus mentores o salido de su propio temperamento, apenas mascullaba una o dos frases cortas. Ahora, veinticinco o treinta años después, Louis charlaba y reía abiertamente a los comentarios de sus compañeros de juego. Tal parece que a los grandes campeones mundiales del deporte les enseñas en cierto hermetismo que como que influye mucho en la presentación general del deportista. Y no digamos más, que con lo que hemos escrito está más que bueno.