Los comicios que se acercan para elegir el remplazo del presidente Santos tienen en alerta extrema a los que estamos involucrados en el proceso: candidatos y ciudadanos. Votar es un derecho que tenemos todos los colombianos mayores de 18 años de edad, y somos libres de hacerlo por quien queramos. La hoja de vida del personaje, sus resultados anteriores, su actitud, su perfil psicológico, su pasado judicial, cómo es su núcleo familiar, qué hace en el tiempo libre, lo que dice y cómo actúa es lo que debemos analizar detalladamente antes de decidirnos a escoger candidato.

En muchos países ni siquiera existe la posibilidad de votar para elegir gobernantes, los cuales son descendientes de castas tradicionales, familias monárquicas o dictadores autonombrados. Nosotros estamos premiados.

De ordinario, somos la minoría quienes acudimos a las urnas para tomar decisiones que a todos nos afectan. Esa participación debiera ser el ‘tatequieto’ para los que quieren imponer las recetas que creen, por sí y ante sí, redentoras. Ojalá no surjan fuerzas extrañas para empañar el proceso. Todos los candidatos ofrecen alternativas para afrontar los problemas que tenemos, algunas tendrán que gustarnos. Ningún presidente será Supermán y acabará con los problemas, ninguno. Lo propio es informarse y saber con quién estamos de acuerdo.

Es importante no dejar que el miedo mate las ilusiones que todos los colombianos de bien tenemos para construir país. Desde chicos, tanto en la casa como en el colegio, la cultura del miedo se cultivaba bastante (no sé si esta siga rampante en la actualidad); en la cabeza teníamos frases que implicaban temor: ¡no toques eso!, ¡no molestes!, ¡pórtate bien que te coge el coco!, el ‘noísmo’ giraba en torno a lo que se hacía. En ocasiones, ese mundo de cuentos infantiles, de leyendas, brujas, hadas, enanos y manzanas envenenadas ha hecho que hayamos crecido con el miedo detrás de la oreja, que desafortunadamente ya hasta permeó la política.

El temor de lo que pueda pasar o quién pueda llegar a gobernarnos ha sembrado un mar de dudas en los electores. De acuerdo con lo que afirman expertos politólogos, la esperanza es el antídoto que necesitamos para contrarrestar esos recelos junto con la reflexión y la sensatez al momento de votar.

A la larga, el pueblo es quien tomará la decisión, y como pinta la cosa el que menos meta miedo ese puede ser el ganador. No queremos saber más nada de los políticos corruptos, de masacres, atracos al erario público, mermeladas y oportunismos, queremos tener una sana convivencia y en paz. Por ello, a quien elijamos para regir los destinos del país debe ser quien propicie el comienzo para una Colombia mejor. Einstein decía: “La vida es muy peligrosa. No solo por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver qué pasa…”, por eso, hay que votar a conciencia y sin miedo.

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