El pasado sábado tuve la oportunidad de reunirme en Roldanillo (Valle del Cauca) con un grupo de empresarios que cultivan alrededor de 25.000 hectáreas de maíz tecnificado anuales en ese departamento.

A pesar de contar con las productividades más altas del país (entre 9 y 11 ton/ha), los productores expresaron una gran preocupación por los altos costos de producción y el desventajoso esquema de comercialización que les impusieron con la entrada en vigencia del TLC con los Estados Unidos. Producir una tonelada de maíz en Iowa, Nebraska, Illinois o Minnesota cuesta alrededor de $367.000, mientras que en el Meta, Tolima, Córdoba o Valle del Cauca cuesta unos $660.000 por los altos precios de los insumos agrícolas, combustibles y arrendamiento de la tierra.

Además de esta diferencia en los costos de producción, existe otra muy grande en materia de subsidios al productor. Mientras los productores del cinturón maicero estadounidense reciben altos subsidios en tasas de interés, seguro de precios, almacenamiento y transporte, los nuestros reciben créditos tardíos y costosos por parte del Banco Agrario, subsidios para seguro agrario que no compensan siquiera el 10% de las pérdidas, y los escasos subsidios para las coberturas de precios y almacenamiento no les alcanza siquiera para cubrir los costos del maíz que comercializan para producir crispetas.

Las desventajas en materia de comercialización son aún más preocupantes. De 6,1 millones de toneladas de maíz que se consumieron el año pasado en Colombia, el 80% fueron importadas. De ese volumen, 2,8 millones fueron ingresadas sin arancel. Entre tanto, a nuestros productores les impusieron un IVA del 5% (que es reembolsable un año después) y una cuota parafiscal por cada tonelada que venden en su propio país. Hasta en el pago de las cosechas nos dan por la cabeza. Mientras a los granjeros americanos les pagan su maíz anticipadamente, a los nuestros les pagan 40 días después de haber entregado su cosecha.

Claramente, el TLC con los Estados Unidos ha servido para arruinar a nuestros productores de maíz y enriquecer a los del cinturón maicero estadounidense. Otros grandes beneficiados son la industria de alimentos balanceados del país. A mayo de este año ha ingresado al país el 84% de las 2,8 millones de toneladas del contingente de maíz amarillo adjudicado sin arancel para el 2018. Esto, lógicamente, desestimula la producción nacional y reduce la rentabilidad del negocio de nuestros productores.

Otro aspecto preocupante de este acuerdo comercial es la falta de inspección y seguimiento que el ICA y el Invima deberían estar haciendo eficazmente al maíz que está entrando por nuestros puertos. Hace unos meses se denunció un presunto contrabando técnico. Estamos hablando de la producción de 12.000 millones de huevos, 1,6 millones de toneladas de carne de pollo, 4 millones de cerdos y todas las arepas que consumimos diariamente en nuestros hogares con un maíz transgénico que no sabemos en qué condiciones de sanidad está llegando. Esto es muy delicado, con la salud de los colombianos no se juega.

*Consultor agropecuario