No hay nada que enaltezca más y al mismo tiempo comprometa más, que el orgullo.

Quien lo experimenta siente una especie de fuerza imantada que le hace ver la vida con los colores más deslumbrantes. Y a aquello que lo provoca, una especie de aliento inspirador.

El orgullo podría tener varios niveles. El primero es el de uno mismo, cuando vivimos en los insondables dominios territoriales del yo. O de narciso.

En el otro nivel la vanidad se desprende y va en busca del otro. Y deviene, por ejemplo, en el patriotismo, que viene de la voz griega “patriotes”, que a su vez tiene origen en la palabra “pater”.

En ambos casos estamos hablando de pasiones. Pasión por lo que somos y de dónde venimos.

Así es posible entender las crisis de pertenencia que acusan algunas de nuestras capitales y “el orgullo patrio” que ensalzan a otras.

Las cifras comparadas de las encuestas Cómo vamos, revelan, en efecto, que apenas la mitad de los cartageneros y menos de la mitad de los bogotanos (42%) se sienten orgullosos de su ciudad.

Y no es para menos: escasamente el 27 por ciento de los unos y el 21 por ciento de los otros, cree que el lugar donde viven va por buen camino.

La observación comprueba la matemática. Ir a Bogotá por estos días es sumirse en una aventura extrema, con pruebas de caos y anarquía que terminan por afectar el ánimo. Antes de llegar a Cartagena hay que armarse de disposición para respirar una atmósfera de incertidumbres que, también debemos saberlo, permea tanto lo público como lo privado.

Las estadísticas lo que indican es que la estimación, que en el pasado irradiaban los propios y contagiaba a los nacionales, está siendo superada por el descontrol y la ausencia de liderazgos.

En contraste, el orgullo se insufla en Barranquilla. Ante la percepción de que esta capital anda por el camino adecuado (76%), 9 de cada 10 ciudadanos se sienten satisfechos de vivir en ella. El orgullo por la ciudad llegó ya al 88%, un indicador que, por su dimensión, supera a todos los de Colombia.

Lo que pasó es que mientras en los cartageneros quedaron atrapados en las murallas y los bogotanos en el Teatro Colón, Barranquilla se convirtió en una de las economías emergentes más importantes de América Latina, con notables atributos de innovación, progreso y garantías sociales que, según la encuesta, también perciben sus habitantes.

Es eso: las razones históricas ya no son suficientes para excitar el fervor. En cambio sí lo hacen las ofertas públicas y las dinámicas del desarrollo.

¿Saben por qué es importante el tema? Porque en términos de orgullo, mismidad y otredad conversan. El perder el orgullo por la ciudad, al final termina afectando el amor propio. En contrario, aumentarlo nos hace apreciar más nuestra condición humana.

albertomartinezmonterrosa@gmail.com - @AlbertoMtinezM