Vas por la calle a toda velocidad, sientes que alguien te persigue, la oscuridad de la noche acelera tu corazón, piensas que las probabilidades de un atraco son mayores, te escondes del susto en un local, sales y notas que no hay nadie ¡Qué alivio!

Seguramente, muchas personas han sentido este sentimiento de zozobra al caminar un día de la casa al trabajo, o al salir a cualquier diligencia que requiera contacto con la sociedad, un hecho tan normal de la vida humana que se convierte en una gran alerta de peligro cotidiano. En Colombia, ante los altos índices de inseguridad que se extienden a toda la geografía nacional –con diferentes actores, matices y afectados–, es necesario empezar a pensar cuáles son los efectos que tiene sobre la salud mental de los ciudadanos vivir bajo el estrés, la paranoia y el nerviosismo que causa la delincuencia en el país.

Muchos pensarían que se trata de un patrón común a las ciudades, donde las personas caminan velozmente evitando cualquier acercamiento de otro humano que pueda comprometer su seguridad. Sin embargo, la ansiedad que genera el miedo en Colombia no es un asunto exclusivo de ciudades como Bogotá o Barranquilla, sino que se extiende a otros lugares como Valledupar, donde desde algunos años atrás es imposible poder sentarse en la terraza de una casa sin la angustia de sentirse expuesto a un atraco. Ese estudio de salud mental que está pendiente en el país podría mostrar resultados acerca de las tendencias que tiene la sociedad colombiana a la hora de tomar decisiones en el marco de la democracia, o de cuáles son los factores que inciden sobre la percepción que tiene la ciudadanía sobre la seguridad. Probablemente, nos daríamos cuenta de que la prensa, los mensajes que circulan como peste entre las redes sociales y los grupos de WhatsApp tendrían una gran responsabilidad sobre la forma en cómo los colombianos asumimos la delincuencia y el miedo.

Ahora, esa sensación de paranoia no es algo fortuito, sino que obedece a una realidad donde la mayoría de los colombianos hemos sido víctimas de algún tipo de violencia o robo, o conocemos alguien que lo ha sido. Al respecto, la discusión sobre si la inseguridad es un asunto de percepción o de realidad tiene que ponerse sobre la mesa, aunque lo cierto es que las cifras dan cuenta de una creciente criminalidad, con un aumento en la tasa de hurto a personas del 27,6% de 2016 a 2017. Si logramos determinar que en efecto la salud mental de los colombianos se está viendo afectada por la inseguridad, se deberán adoptar las medidas necesarias para contrarrestar en este aspecto los efectos que se producen.

@tatidangond