El 2017 fue un año en el que las mujeres alzaron sus voces y los poderosos cayeron de sus tronos. Hombres que se pensaron intocables, que creyeron que jamás sus actos iban pasarles factura, hoy se encuentran socialmente excluidos y tienen cuentas pendientes con la justicia. Pero aún queda mucha tela por cortar y las mujeres aún temen hablar.
Es por esto que lo que sucedió en la pasada edición de los Premios Globos de Oro, que se llevaron a cabo el domingo 7 de enero, fue y es supremamente importante, pues, por primera vez en su historia lo principal de la noche no fue hablar sobre los nominados y los ganadores, sino hablar de las víctimas, los sobrevivientes y los luchadores. Por primera vez en tantos años, lo principal no fue hablar sobre los vestidos usados y sus colores osados, ya que absolutamente todo el mundo, tanto hombres como mujeres, fueron de negro en señal de apoyo a quienes tanto han sufrido y en señal de fortaleza para que nunca más vuelva a suceder.
Las mujeres llevamos años luchando por nuestros derechos, pero creo que apenas ahora se están comenzando a ver las consecuencias de ir en contra de ellos, de no darnos la igualdad de oportunidades, y de faltarnos el respeto. Normalmente no me emociono viendo estos premios, pero este año sí que fue emocionante verlos. Escuchar las palabras de mujeres valientes como la siempre fantástica Oprah o la grandiosa Nicole Kidman, entre otras, quienes se mostraron cansadas de escuchar a otras decir “yo también fui abusada u oprimida”, quienes están aburridas de tener que ‘aguantarse’, ‘callarse’ y ‘censurar’ ciertas actitudes porque “el negocio siempre ha sido así” y porque “eso es lo que toca hacer para llegar a la cima”, y quienes se han puesto en la piel de las miles de mujeres –al igual que de algunos hombres– que han sufrido emocionalmente y que se han sentido humillados y acosados en el camino para alcanzar sus sueños.
Lastimosamente, no solo en las artes se ven estos comportamientos, sino en todos los ambientes en los que haya situaciones de poder. En la política, en las grandes, medianas y pequeñas empresas, en los pasillos universitarios, en las entidades bancarias y hasta en el deporte. El acoso laboral es tan común que a la mayoría de las mujeres nos cuesta hablar, sea porque tememos perder nuestro trabajo o porque no queremos ser tildadas de ‘locas’. Y es tan común que un periodista reconocido como Antonio Caballero es capaz de publicar una columna, sin ningún tipo de decoro, en la que en pocas palabras nos manda a nosotras a que no nos quejemos tanto y a ellos a que aprendan a pedirlo bien, y a él nada le pasa.
Sin embargo, el 2018 será el año en el que el ‘no más’ se convierta en el ‘más nunca’. En el cine y la televisión ya comenzaron hacerlo, en el deporte y en la política también, y, así, poco a poco, sin importar qué tan tercermundista sea el país o qué tan difícil sea la industria, las mujeres nos seguiremos llenando de fortaleza y seguiremos hablando sin que nada ni nadie pueda callarnos.
Porque así como lo dijo Oprah en su discurso, ha llegado el momento en el que nadie nunca más tenga que alzar la mano para decir “a mí también me ha pasado”.