Las inocentadas las originó Herodes, pero no por la matanza de inocentes niños que ordenó, sino por inocente, les creyó a los Reyes Magos, quienes después de embarrarla pasándole el dato del nacimiento del futuro rey de los judíos le dijeron que esperara unos días, que averiguarían bien y le confirmarían; entonces aguantó la orden, pero ellos se volaron a buscar a Jesús y a advertir que se ordenaría matar a todo infante menor de dos años. Después la cosa se generalizó a través de “radio bemba”, que la gente se burlaba de los sagaces engaños que, ante la amenaza de muerte para sus hijos, los padres se inventaban para evadir la matanza que los encargados, quienes tampoco querían hacerlo, se hacían los inocentes y los que les creían.

Hoy es día de los inocentes. Se ha venido diluyendo la costumbre de las bromas que la gente y, sobre todo los medios, hacían contando o informando falsas noticias sobre asuntos que asustan a la gente o que son del deseo popular, para después decir la realidad. Noticias como un golpe militar de los coroneles que se rebelaron contra los generales achicopalados, o que Santos renunció junto con todos los parlamentarios, o que castigarán a los malandros de cuello blanco, o que los corruptos acabarán con la corrupción, o que el gobierno cachaco invertirá en muchas carreteras del Caribe, y cosas así que ilusionaban, terminaban siendo broma. Aquí, por ejemplo, podrían decir que ya comenzaron las obras del muelle de Puerto Colombia, o que Junior traerá refuerzos con esposas feas, o que por la inseguridad se aplazará el Carnaval, y varias más.

La costumbre debe haberse diluido porque se percibe que ya no quedan inocentes. Identificados los culpables, toca entonces, el año entrante, salir a votar bien.

Coletilla: De entrada pareció una especie de “inocente mariposa”. Que Santos, quien no atina una, haya acertado, y además no haya escogido entre su camarilla sino que designó a alguien autónomo, que garantiza un proceso transparente, sin tramoyas, sin engañifas, sin mezquinos intereses particulares, y aceptado por la ciudadanía, parecía broma. Pero no. Nombró a Gustavo Bell. Gobernador, vicepresidente, ministro, director de EL HERALDO, embajador, honores que nunca buscó, jamás los intrigó porque nunca le interesaron, es la antípoda del interés personal. Su paso por tan destacados cargos le otorgó prestigio de serio e incorruptible, lo que augura que las negociaciones con los elenos se adelantarán en forma diferente a los erráticos temas que De la Calle y sus áulicos acordaron con los farianos, de los que no supimos sino después de rayo caído. Bell ha sido cercano testigo de negociaciones en lo del Caguán y en Cuba, y sabe bien de qué se trata. Con optimismo asumió la muy difícil tarea, en la que, por el bien del país, hay que desearle buen viento y buena mar.

Coletilla final: Para todos los lectores de EL HERALDO, y para quienes lo hacen posible: directivos, administrativos, reporteros y periodistas, colaboradores, armadores, auxiliares, y voceadores, ¡Un feliz año 2018!

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