El brioso y movido boxeo profesional estadounidense de los años 40 fue intervenido por un boxeador de figura grotesca, de elementales conocimientos boxísticos, que no le bastaban para obtener victorias importantes, a excepción de la que conquistó contra el peso completo Lou Nova.
Se llamaba Tony Galento; tenía de altura cinco pies con nueve pulgadas, aunque algunos decían que media una pulgada más y pesaba 250 libras. Semejante regordete obtuvo unas pocas victorias que lo llevaron a creer que él podría ser campeón mundial de peso completo.
Galento era un fajador sin método y sin postura. Se dio el lujo, cuando peleó contra Joe Louis por el título mundial de todos los pesos, de producirle en el segundo round al ‘Bombardero de Detroit’ un knockdown, que fue lo último que pudo hacer, porque Louis lo acribilló en el minuto que faltaba para finalizar el round, y en el tercero castigó severamente a Galento, dejándolo en condiciones de ser despachado -como en efecto fue- en el cuarto round
En el cuarto, Louis terminó su faena derribando a Galento y en cuanto logró incorporarse con sus 250 libras, quedó listo para que el réferi le pusiera fin a la pelea.
Galento perdió por nocaut contra boxeadores que tenían fuerte punch, ya que además de Louis perdió por nocaut con los hermanos Baer. Galento fue protagonista de una tremenda pelea de cantina contra Lou Nova, de quién la propaganda americana decía que tenía un punch “cósmico”. Varios periodistas americanos con sentido hasta humorístico dijeron en sus crónicas que Galento no tenía “punch cósmico”, pues le sobraba la S del vocablo para que fuera realmente un punch “cómico”.
En la turbulenta pelea que Galento tuvo con Nova, la falta de pegada de este último complicó las cosas. Fue un careo en el que se dieron con todo; Galento le hundía los pulgares en los ojos a Nova, pegaba rodillazos y codazos; por eso Nova le dijo a la prensa que más nunca le dirigiría la palabra a Galento.
Galento siguió por su cuenta y puso en riesgo algunas peleas antes de retirarse. Ya retirado tuvo la sinceridad de admitir que su problema en el cuadrilátero era que él no sabía pelear y nunca peleó en la primera juventud, haciéndolo cuando ya tenía edad para iniciarse en el boxeo.
Tenía fama de mala persona y en más de una ocasión los periodistas observaron que almorzaba con sus esparrings y hasta metía sus dedos en los platos de quienes le colaboraban porque así era su temperamento.