Por estos días la obra del escritor norteamericano James Baldwin está siendo revisitada, particularmente luego del estreno de No soy tu negro, más que un documental un ensayo visual que se vale de las treinta páginas que él llevaba escritas al día de su muerte para su libro Remember this house, donde buscaba contar la historia de su país a través del asesinato de tres de sus grandes amigos: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King. En este documental, Baldwin vuelve a la idea original de La próxima vez el fuego: la historia de América es la historia del racismo. Sin lo uno, no hay lo otro.
James Baldwin fue uno de los intelectuales norteamericanos más importantes del siglo XX. Homosexual y negro, su novela El cuarto de Giovanni aparece en el puesto 39 del canon literario de USA. Sin embargo, en mi concepto, su obra más importante es ese corto ensayo publicado en 1964 llamado La próxima vez el fuego, un texto crudísimo y de asombrosa lucidez donde se leen frases que tienen total vigencia en este momento en que el odio hace de las suyas bajo la ira de Trump.
Hasta hace unos años las campañas políticas se debatían entre la esperanza y el miedo. Con Trump y la posverdad se institucionalizó el odio como “argumento” de campaña. Trump lo volvió a traer a la agenda política porque la supremacía de EEUU se basa en el racismo. Para Baldwin, “El racismo existe porque la sociedad lo necesita para sobrevivir”. ¿No es acaso lo mismo que sucede en Colombia con la guerra?
En la escena de una película que nos recuerda No soy tu negro, un hombre blanco y otro negro corren detrás de un tren para salvar sus vidas. El negro lo logra y mira al otro correr sin saber qué hacer. Cuando se proyectó en los años 60, los negros gritaban: “No saltes”. Al final salta para tranquilizar a la gente blanca, para hacerles saber que no se les odia; que a pesar de todos sus errores no han hecho nada para ser odiados. Juzgan y hacen daño, pero no se arrepienten porque no se cuestionan su propia maldad. Antes por el contrario: esperan ser aplaudidos por el resto de la sociedad precisamente por ese daño que causan “escribo sobre Baldwin y pienso en Colombia y sus paramilitares”.
El racismo va más allá de sus razones económicas iniciales. Se apoya en la conservación del odio como sustento de la política. O, mejor: de los políticos, que son quienes directamente se benefician de ese odio sin importarles el daño que eso causa a la sociedad en general y no solo a los negros: nada hay más peligroso que alguien que no tiene nada que perder. Son justo este tipo de personas las que el odio construye. Basta ver en la serie The Wire el ejemplo de esos guetos que afectan por igual al pleno de la sociedad “un ejemplo valioso para trasladarlo a los nuevos espacios de la antigua guerrilla en la Colombia actual”.
Lo peor es saber que el odio que respiramos no es propio y que no somos más que títeres de los políticos. Mientras nosotros nos envenenamos, ellos se lucran.
@sanchezbaute