Estoy indignada, y el empate de la Selección Colombia con la de Venezuela no tiene nada que ver con esto. Me encuentro atónita porque literalmente no puedo creer –y a la vez tristemente puedo hacerlo– que un senador de la República haya confesado en la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, y luego en un programa de radio nacional, que le entregó 2.000 millones de pesos a un exfiscal y a dos magistrados de la Corte Suprema de la Nación, para que estos eliminaran un proceso de parapolítica que tenía en su contra, y en este país no pase nada.
El senador Musa Besaile, que actualmente está siendo investigado por procesos que lo dejan más que mal parado y quien, a propósito, sacó una de las votaciones más altas del país, dice públicamente que fue ‘extorsionado’ en el 2015 por el ex fiscal Anticorrupción (increíble la ironía del nombre a este punto) Gustavo Moreno y los ex presidentes de la Corte Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte, para que se eliminara una investigación que lo tenía al borde de estar tras las rejas (aunque curiosamente nunca antes denunció el tema, sino hasta ahora), y nadie lo capturó.
Yo quiero saber qué más tiene que pasar para que este hombre esté privado de su libertad. Yo quiero saber qué pasaría en cualquier país desarrollado del planeta si esto sucediera. Yo quiero saber cómo es posible que la gente no esté poniendo el grito en el cielo y que las instituciones pertinentes no estén actuando de la manera como uno pensaría que deberían estar haciéndolo.
Esto no es un escándalo, esto es un chiste que no le da risa a nadie, un chiste que da tristeza, un chiste que da dolor. Después, ¡cómo esperan que la gente quiera seguir pagando impuestos, o que la gente quiera confiar en la Policía, en la Fiscalía y/o en la Corte Suprema de Justicia! Les juro que nunca antes había estado tan boquiabierta, pues, definitivamente, todas las ramas sobre las que recae esta democracia de pacotilla están llenas de manzanas que ya hieden de lo podridas que están, y que, lastimosamente, no hacen otra cosa que seguir pudriendo la cosecha.
Se acercan unas nuevas elecciones y, solo espero que, aquellos que estamos encargados de escoger el destino de esta Colombia que se está muriendo por tanto desangre, dejemos a un lado los tristes pesos que nos ofrecen, las fiestas con los vallenatos de moda, y el trago barato que, a punta de nuestros impuestos, hemos pagado ya mil veces, y votemos con conciencia y con decencia. Pues, lastimosamente, está más que claro que nunca vamos a poder sanear esta República si seguimos eligiendo a los mismos, si seguimos votando sin raciocinio, y si seguimos esperando algo distinto de quienes no han hecho sino hacernos promesas vacías.
Porque para poder obtener el derecho a indignarnos, primero hay que comenzar por nuestro deber de votar de manera honesta. Sin tamal, sin sancocho, sin whisky, y sin papayera.
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