El miércoles anterior, al ver cómo Millonarios ejercía una marca personal sobre determinados jugadores del Junior, recordé a Van Gaal y su Holanda en el pasado Mundial de Brasil. Y más recientemente, el lunes, en el partido de la ‘Premier League’ de Inglaterra, al Everton practicando la misma oposición a los creativos del Manchester City.
Me llama la atención este tipo de marcaje porque si bien no ha desaparecido, ni desaparecerá, mundialmente esas persecuciones tan personalizadas ya son de poco uso. En Colombia muchísimo más. Les resultaría raro e incómodo, supongo, a los jugadores del Junior tener ese acoso tan cercano y permanente de los jugadores de Millonarios. Miguel Ángel Russo seguramente observó la importancia que están teniendo Pico y Cantillo en la organización del juego en Junior, que decidió perturbar su labor haciéndoles marcas muy estrechas con Silva y Rojas. También lo hizo con Domínguez sobre Chará. Y los laterales sobre Escalante y James, después sobre Jarlan.
En un escenario de oposición infrecuente para los jugadores de Junior, la labor creativa y de desequilibrio fue bastante compleja. Esa pegajosa y fastidiosa presencia de un defensor tan cerca logró desactivar, en buena parte del trámite del juego, la elaboración limpia de las jugadas.
Cuando el rival plantea este tipo de marcas personales, se recomienda que los de atrás se agreguen conduciendo el balón para atraer a uno de los marcadores y así liberar a su compañero. Lo hizo muy bien Gutiérrez en el primer tiempo y al final Arias como antesala de la jugada del penal. Ese movimiento de los de atrás que no tienen una vigilancia tan rigurosa, tiene que estar secundado por el movimiento sin balón de los que están siendo marcados hombre a hombre. A veces lo entendieron, otras se dejaron llevar por esa necesidad de estar en contacto permanente con el balón, que favoreció la fricción y la dureza que suele generarse en este tipo de marcas.
Sin embargo, y ahí el mérito de Junior, no obstante esa molesta resistencia defensiva, a la que no está habituado, fue capaz de acceder al área de Millonarios en cuatro o cinco oportunidades con peligro. Fue perseverante y ambicioso siempre. Sostuvo el ritmo y la actitud ofensiva. Las variantes le dieron alegría, desequilibrio y remate. Por eso le doy un valor diferente a este triunfo del Junior, más allá de la clasificación, por su denodado esfuerzo para descifrar ese jeroglífico que es extraño para el jugador colombiano: marca hombre a hombre. Y a Jarlan, tras el penal: ¡Qué riesgo, qué valentía!