Ante el esperado anuncio del gobierno de los Estados Unidos de retirarse del acuerdo de París sobre control al cambio climático, firmado en diciembre de 2015, la primera reacción en los medios internacionales ha sido aún más pesimista que la de la primera vez, cuando en 1997, el Congreso del entonces segundo país contaminador del planeta, se abstuvo de ratificar el Protocolo de Kioto.
Por fortuna para el resto del mundo, la información disponible muestra que las diferencias en el contexto internacional, económico y político, entre los dos momentos de la firma de los acuerdos, son apreciables y lo suficientemente favorables como para exhibir un moderado optimismo hacia las metas del Acuerdo de París. Fuentes de todo crédito señalan que la economía mundial es hoy más limpia de carbono, y que la mayoría de países se vieron estimulados a emprender proyectos de investigación y desarrollo en tecnologías más limpias y en energías alternativas renovables.
El retiro de EEUU desde luego ocasionará un impacto global negativo pero será mucho menor que en 1997. Por varias razones, una de las más importantes es el proceso político de los movimientos ambientalistas que surgieron a la sombra de Kioto y de los debates de las 21 conferencias de las partes convocadas para facilitar su implementación.
De alguna manera, las dificultades del Acuerdo se tornaron en oportunidades para que diversas propuestas de mitigación del riesgo de cambio climático se difundieran y permearan las agendas económicas de la mayoría de los 197 países signatarios del Acuerdo. También se constata que el proceso hacia una economía internacional baja en carbono ya despegó y que la opinión pública percibe que el proceso no tiene reversa, aun considerando el impacto financiero por la salida norteamericana.
No debe colegirse del retiro de EEUU, que la disminución de los aportes financieros debilite sobremanera la capacidad de los países en desarrollo para controlar sus emisiones de carbono. Los fondos ambientales globales no son ni han sido la única fuente de financiación.
El Acuerdo de París readapta el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y el programa Redd+, los que, por medio de la emisión de bonos de carbono, pueden financiar la reducción de emisiones industriales y la reforestación de los bosques degradados, respectivamente. Es clave distinguir entre metas de reducción de emisiones (industriales) y metas de prevención a la acumulación de emisiones de carbono ocasionadas por la tala de bosques.
Colombia figura entre los países tropicales con inmejorables posibilidades de aprovechar su ventaja comparativa en la “exportación” de sumideros de carbono por medio del control a la deforestación e impulso a la reforestación. Gracias al proceso de paz en curso, será posible aprovechar tales ventajas económicas de los sumideros de carbono cuando el Estado recupere el pleno control sobre los territorios.
*Profesor del IEEC, Uninorte. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de EL HERALDO.