Regresamos a casa con dieciocho bolsas de plástico llenas de verduras y alimentos, agrupadas en dos bolsas grandes. Total, veinte bolsas de plástico más, a las cuales hay que encontrarles uso o echarlas a su destino final: la gran bolsa de la basura, también de plástico. Un estilo moderno de empacar que, aunque práctico para los mercados y bastante cómodo para los compradores, representa hoy uno de los peores contaminantes del medio ambiente, ya que por su gran ubicuidad estas bolsas han invadido el planeta. Las vemos guindando en las ramas de los árboles, flotando en el aire y vagando por arroyos, ciénagas, playas y mares. Solo el viento y las corrientes de agua saben adónde llegarán. Muchos animales marinos mueren al ingerirlas engañosamente o quedan atrapados por sus residuos. En 1997 apareció viajando por la aguas del Océano Pacífico una isla de bolsas y residuos de plástico, que llamaron “el séptimo continente”. Por todo esto se ha establecido a escala mundial una cruzada de control de bolsas desechadas y otros residuos de plástico, que ya está contabilizando éxitos en Alemania, otros países europeos, EEUU y hasta en la China. Artículos, objetos y accesorios de plástico que han contribuido a la comodidad y bienestar de nosotros los humanos, desde los tiempos de la muñecas de ‘Bakelita’ que reemplazaron las de trapo, hoy son objeto de un mayor control para evitarnos más daños ambientales. De allí se deriva la reciente norma del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible que requiere a los distribuidores de estas bolsas la obligación de implantar y mantener actualizado un programa para su uso racional, y corresponde a los comerciantes controlar su uso para empacar ventas, eliminar la utilización de bolsas muy pequeñas y establecer un recibo de bolsas usadas, para enviarlas a empresas de reciclado mecánico del plástico. Donde las haya.
En EEUU, por ejemplo, hay dos maneras de atacar este problema de contaminación. Unos supermercados tienen recipientes en sus tiendas para recibir todas las bolsas plásticas que sus clientes quieran desechar. Otros supermercados (como Aldi) no empacan en bolsas desechables y por eso tienen mejores precios. Por eso nos permitimos recordar a las supertiendas de Barranquilla estas dos estrategias que seguro ya conocen. Sabemos que algunos supermercados de Barranquilla ofrecen bolsas y morrales de tela o plástico, con maniguetas, cerca de las zonas de pago; pero nadie las mira, porque no existe información para que la gente acoja esta forma de guardar compras, que vendría a ser parecida al estilo de nuestras abuelas: iban a las tiendas a comprar víveres armadas de sus respectiva canastas. Muy pocas bolsas plásticas tienen mensajes grabados, salvo las de tres grandes supertiendas en Barranquilla, que dicen: “Si el planeta quieres cuidar, menos bolsas debes usar”, pero hace falta que estas organizaciones animen a sus clientes al uso de los talegos o bolsas de tela. Deben promover estos cambios de cultura, deben tener personas que constantemente ofrezcan estas bolsas reusables; como las niñas promotoras de cosméticos que, con frecuencia, encontramos en los pasillos de las supertiendas. Debe lograrse la participación de todos los clientes, consumidores y ciudadanos para que este plan de usar menos bolsas de plástico y de promover el reciclaje mecánico o químico de las bolsas desechadas se haga realidad.