Mientras esperaba frente a un pare vehicular de la ciudad a que fuera mi turno de cruzar la calle, automáticamente se me dibujó una sonrisa en la cara. La razón de esto es que alguien escribió en la señalización una palabra que logró hacer más feliz mi día: esta decía ‘Pare y sonría’.

Al ver esta señal de tránsito caí en cuenta de que las sonrisas están en peligro de extinción, de lo lejos que estamos de ser felices y lo invadidos que estamos de tanta basura que creemos nos puede hacer felices. ¿Cuántas veces durante el año pasado intentamos huir de la realidad refugiándonos en placeres efímeros que nos generaron satisfacción momentáneamente pero no nos ayudaron a encontrar felicidad? Y no hay que irnos lejos, un vicio en el que me incluyo es el uso excesivo del celular. Según el Centro Nacional de Consultoría, el 70% de los colombianos afirma que no podría pasar más de un día sin su celular. Limitamos gran parte de nuestra vida a estos ‘submundos’ que nos alejan de disfrutar el momento y el encuentro personal.

A mi manera de ver, uno de los principales factores que nos alejan de la felicidad y nos hacen recurrir a estos paliativos es el miedo. El médico Alejandro Jadad me hizo entender esto al preguntarme un día: ¿Qué harías si no tuvieras miedo? Al responderla nos damos cuenta de todo lo que nos estamos perdiendo en este mundo, empezando por disfrutar el ser nosotros mismos.

Vivimos con miedo a la muerte, a la incertidumbre, al fracaso, a hacer el ridículo. Somos víctimas de los generadores de miedo pero también lo causamos en otros. El sistema, del que hacemos parte, nos alimenta ese miedo desde infantes: crecemos con miedo a equivocarnos en un entorno educativo que castiga el error, el gobierno nos educa con represión, la política social es reemplazada, en gran parte, por la cárcel y nosotros criticamos destructivamente antes de ponernos en los zapatos del otro. Vivimos dopados por el miedo, sin libertad y siguiendo modelos uniformes de comportamiento para no ‘equivocarnos’. El ser conscientes de esta situación nos puede ayudar a no seguirle el juego a esta cadena y llevarnos un paso más cerca de la libertad y la felicidad.

Esta reflexión invadió mi mente mientras esperaba a que fuera mi turno de cruzar la calle frente a aquel pare que evidencia que Barranquilla es territorio creativo. Continué disfrutando el día con una sonrisa que logró contagiar y multiplicarse en otras sonrisas más. Vivimos tan sumidos en la oscuridad de nuestros pensamientos y ocupados cumpliendo con lo urgente que a veces necesitamos hacer un pare y ocuparnos de lo importante: ser felices. Porque, como dice Borges, “por si no lo sabes, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas el ahora”. Y qué mejor momento que este inicio de año para hacer un pare y mirar hacia atrás. ¿El año pasado fui feliz? Cualquiera que sea tu respuesta, tienes un nuevo año para serlo y disfrutar lo que te da la vida. Así que comparto con ustedes la lección que me dejó aquella señal de tránsito: ‘Pare y sonría’, ya que si nosotros no hacemos el pare, la vida encontrará la manera de hacerlo por nosotros…

Daniela@cepedatarud.com
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