Para Poncho y Emiliano, ni la ausencia ni el tiempo son motivo de olvido porque viven el uno para el otro. “Yo soy mayor –dice Emiliano– pero él es quien me manda y pa’ no peliá lo acepto. Desde niño, recuerdo que mi mamá nos mandaba a recoger agua al río para llevar a la casa, Poncho no iba, me mandaba y le obedecía. Qué vaina, así soy yo, y así es mi hermano a quien tanto quiero, sin él no puedo vivir”. Esta expresión sincera demuestra la unión fraternal entre ellos y los sentimientos de afecto y cariño que se manifiestan constantemente aunque estén distanciados “por cuestión de plata”, como dice Mile.

Ellos son dos personas completamente diferentes pero con corazón grande, propio de su sensibilidad y bondad incalculables, por eso fueron capaces de crear un universo musical hoy reconocido en nuestro acervo folclórico. Tal vez no se habrían recuperado tantas obras musicales valiosas si no se hubieran unido para conformar su famoso conjunto, Los Hermanos Zuleta".

Emiliano, un hombre sencillo, sentimental, melancólico, poeta, de pocos amigos, considerado como uno de los mejores acordeoneros y uno de los grandes compositores vallenatos. Poncho, un cantante que llena de alegría a amigos y a extraños donde se encuentra, es el verdadero parrandero, su alegría contagiosa es inigualable y como él mismo lo dice, en esos momentos de jarana “hasta el sobregiro aguanta”. Estar con Poncho es vivir un rato sin igual, donde un verso improvisado levanta el ánimo y motiva a compartir. Allí, sin distingo alguno, se atiende a los que están y a los que llegan con manifestaciones desmesuradas de cariño del anfitrión que ameniza ese rato idílico.

Compartir con Poncho, un hombre inteligente, insuperable verseador y dotado de una memoria sorprendente, es revivir momentos, es sentir que al escucharlo nos transportamos a un mundo de satisfacción interior enorme.

Al conocer su trasegar por la vida nos damos cuenta de que las necesidades que pasó en su época de estudiante en Bogotá, agudizaron su ingenio musical y lo mantuvieron sencillo y querendón, como los versos fecundos de su amigo inseparable Joaquín Rodríguez, con quien desde hace muchos años comparte ratos de bohemia en la finca de sus amores Mi salvación.

Poncho parrandea cuando quiere complacer a un amigo, atender a un personaje o cuando simplemente tiene motivos para tomarse un trago. Si ve a alguien triste, lo alegra con una sonrisa, siempre vive atareado dando cariño, es un hombre rico en buenas acciones, que con sus cantos alivia dolores, como dice Diomedes Díaz.

La memoria de sus padres, el viejo Mile y Carmen Díaz, son su orgullo. Es frecuente verlo melancólico recordando su origen villanuevero, a sus padres, a sus hermanos y el apoyo que recibió de Emilianito cuando conjuntamente grabaron su primer LP, Mis Preferidas. Esta condición de hijo humilde y agradecido con sus progenitores me recuerda el soneto de Francisco Luis Bernárdez:

“Porque después
de todo he comprendido
que lo que el árbol
tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado”

Por Ricardo Gutiérrez G.
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