Se trata de Antonio Espaillat, quien es acusado de homicidio involuntario.
La impunidad de este caso no solo pone contra el piso a su familia, también golpea las fibras más sensibles de su universidad y de la ciudad entera porque remueve el dolor a través de la revictimización.
El occiso perdió el control del vehículo y acabó saliéndose de la calzada hasta colisionar violentamente de frente contra el árbol.
Ambos menores fueron hospitalizados con heridas, pero ya recibieron la alta médica en Sudáfrica.
Los delincuentes lo balearon desde un automóvil y luego de una persecución chocaron contra un tanque de basura.