Cuando Lorenzo Hurtado recibió el diagnóstico, estaba sentado en una sala de un hospital en Montería. Tenía 29 años, trabajaba como técnico de sonido en conciertos y sus noches eran largas. Una tos persistente y un cansancio raro lo habían llevado a hacerse una prueba de VIH sin imaginar el resultado que obtendría.
Al escuchar el resultado, sintió que el aire se le iba. Esa noche lloró en silencio, con la sensación de que todo se le venía abajo.
“El día que me entregaron el diagnóstico pensé que mi vida se había apagado, no quería contarle a nadie, pero después entendí que solo necesitaba aprender a cuidarme de otra manera”.
Los días siguientes estuvieron llenos de preguntas. Llegaron las citas médicas y la información que nunca antes había buscado.
“Hablar del VIH me dio más miedo que vivir con él. Cuando por fin lo conté, me sentí descargado. El apoyo de mi familia fue lo que me ayudó a seguir, pero no fue nada fácil”.
Con el tratamiento empezó a sentirse mejor. Aprendió sobre la indetectabilidad, a tomar su medicamento todos los días y a desmontar los mitos que había repetido sin saber. “Yo mismo creía muchas cosas que no eran ciertas. Hoy sé que estar indetectable me permite vivir tranquilo, trabajar y abrazar sin miedo”.
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Diagnosticar a tiempo
La historia de Lorenzo es apenas una entre miles. En Colombia, más de 185.000 personas viven con VIH y unas 44.000 no conocen su diagnóstico, lo que contribuye a la propagación silenciosa del virus.
El epidemiólogo Andrés Cuestas expresó que en el país hay avances importantes, pero también señales de alerta que no se pueden ignorar. “Desde el punto de vista positivo, se puede ver que cada vez hay más diagnósticos. Esto no es porque haya más casos, sino porque las pruebas de tamizaje se están haciendo, se están ofreciendo”.
Insiste en que el VIH en Colombia no solo avanza por fallas del sistema de salud, sino por factores sociales y culturales que siguen sin atenderse.
“Gran parte de lo que sigue sucediendo y que ha sucedido por generaciones es que esta transmisión es de origen sexual y las personas no tienen una sexualidad cuidada o una sexualidad responsable”.
Cuestas también señala que las brechas sociales tienen un peso enorme en la persistencia del VIH, especialmente en las zonas más apartadas. “Tenemos la gran cantidad de personas que se encuentran en áreas rurales, donde hay un desconocimiento, una alfabetización baja, las campañas de prevención no llegan hasta esos sectores apartados”.
Romper el miedo
Hablar de VIH sigue siendo un “territorio rodeado de miedos heredados”. Así lo explica Lux Rabelo, psicóloga, sexóloga y educadora sexual, quien enfatiza en que el estigma nace del desconocimiento y de la forma en que se entiende la sexualidad.
“Es un tema muy delicado de tratar porque todas estas percepciones vienen de una herencia de educación sexual muy restrictiva que culpa al individuo por el disfrute de su sexualidad y cualquier consecuencia a la que se enfrente se le considera un castigo ‘merecido’”.
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Pero desmontar esos miedos es un proceso interno. “Es un proceso sumamente individual e íntimo de entender que todos estamos expuestos al riesgo y que no es algo por lo que avergonzarse. Frenar el VIH empieza con poder derribar el estigma que lo rodea. Se necesitan espacios libres de discriminación”.
En materia de prevención, manifiesta que además del uso del preservativo, los chequeos deben hacer parte de la rutina.
“La recomendación es hacerlos anuales o semestrales dependiendo de la cantidad de personas con las que se mantenga relaciones, incluso si se tiene una pareja estable”.
¿Y el financiamiento?
La reducción del financiamiento internacional para la respuesta al VIH está encendiendo las alarmas en el mundo de la salud pública. Heriberto Mejía, experto en el tema, dijo: “La situación de financiamiento de la respuesta al VIH en el planeta está en pausa por las políticas del nuevo gobierno de Estados Unidos, que ha disminuido sustancialmente los aportes económicos a temas de prevención y atención en los países que ellos financian”.
El retroceso amenaza también los avances logrados en los últimos años. Muchas personas con diagnóstico controlado dependen de organizaciones y programas financiados desde el exterior. “Estas personas pueden enfermar si esos recursos se caen. Esto pone en peligro los objetivos de desarrollo sostenible, que dicen que para 2030 debe desaparecer el Sida, es decir, que las personas con VIH no lleguen a fase avanzada”.





















