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La vida de Farides Osorio se partió en dos el día del fatal accidente que produjo el fallecimiento de su hijo. Como si un machetazo invisible hubiese cortado su existencia en un antes y un después, su corazón quedó en el Atlántico, pero su cuerpo se negó a seguir allí.

En las oficinas del registro civil donde trabajaba algunos le decían “La cabeza de león”, en referencia a su liderazgo en la región. Pero tras la tragedia, su mirada se volvió un barco sin puerto.

Irse lejos sin dejar rastro a un lugar donde nadie la reconociera era lo único que respondía a quienes intentaron retenerla manifestándole: “¿Cómo usted va a dejar de ser cabeza de león en su país para ir a un lugar extraño a ser cola de ratón?” Esta respuesta llegó con el tiempo.

Primero fue Estados Unidos, un país que le ofreció el anonimato, pero no el consuelo. Luego, España la recibió para formar en ella una mágica etapa en su vida. Y es que ser “cola de ratón” en una nación desconocida le permitió reinventarse, construirse desde los escombros de su propio dolor.

Así nació la Asociación Nativos de Macondo, un grupo cultural que se convirtió en un refugio, en una familia para aquellos que, como Farides, necesitaban reconstruirse lejos de casa y que recientemente recibió un reconocimiento de la Secretaría de Cultura distrital por su contribución a los valores culturales y expresiones del Carnaval de Barranquilla desde hace más de 20 años en Madrid.

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Bajo su dirección, el grupo ha sido un bálsamo para cientos de migrantes que han encontrado en el ritmo de una cumbia o en el repique de un tambor una manera de sentir a Colombia más cerca.

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Su origen fue un poco más visceral. Fue un domingo cualquiera, en el Parque de El Retiro, de Madrid, cuando varios colombianos sin trabajo ni dinero encontraron en la música y la danza una forma de sobrevivir y, sin saberlo, sembró la semilla de lo que sería una de las asociaciones culturales más representativas de la comunidad colombiana en España.

“Yo venía del trabajo, cansada, y vi a unas muchachas bailando cumbia, golpeando el suelo con fuerza. Me quedé mirándolas y les dije: oye, ustedes bailan bien. Ninguna tenía dinero, ninguno tenía trabajo. Así que les propuse: el domingo nos vamos para El Retiro y vamos a coger monedas”, relató Osorio.

Ese domingo llegaron al parque con tres músicos, un par de tambores y una flauta. No tenían nada más, pero cuando los instrumentos empezaron a sonar, la cumbia empezó a fluir, y la magia del Caribe se hizo presente en medio de Madrid.

Los colombianos que pasaban por allí, al escuchar el sonido de su tierra, se detenían y se acercaban para unirse al baile. Otros, incluso sin ser cafeteros, tiraban monedas al suelo en señal de admiración.

Al final del día, Farides y su improvisado grupo de bailarines habían recogido suficiente dinero para que cada uno pudiera comprarse un kebab, una cerveza, una tarjeta de transporte y hasta una llamada telefónica a sus familias en Colombia.

“Ellos estaban felices, pero yo más contenta que ellos. Daba pesar ese cuadro, la gente sin dinero, sin trabajo. Pero en ese momento, por primera vez, no estaban pensando en eso. Estaban bailando, estaban riendo”.

De las monedas al Carnaval

Lo que comenzó como una forma de ganarse unas monedas pronto se convirtió en un proyecto con alma. Se acercaba el Carnaval y Farides decidió que ese grupo tenía que estar ahí.

“La gente de la Costa sin carnaval no es gente. Así que les dije: vamos a bailar en el Carnaval de Madrid”.

Con el sueldo de su trabajo, compró tela y cosió los vestidos de cumbiambera para las mujeres y los trajes blancos para los hombres. “Éramos los más pobres en vestimenta, pero los más ricos en felicidad”.

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Es así como a lo largo de sus 21 años, Nativos de Macondo ha llevado la esencia del Carnaval de Barranquilla y la riqueza cultural colombiana a los principales escenarios de España. Han llenado de color y alegría festividades como el Carnaval de Madrid, el Festival Viva América, la Fiesta de la Independencia de Colombia, el Día de la Hispanidad y múltiples encuentros de inmigrantes y ferias artesanales.

Además, han cruzado fronteras para presentarse en escenarios tan especiales como los festivales de folklore en Israel, Jerusalén y el mar Muerto, mostrando al mundo la riqueza de la cultura colombiana.” Aquí viene mucha gente buscando trabajo, buscando ayuda para hacer los papeles, para abrirse camino en un país nuevo. Y a toda esa gente siempre la ayudamos”.

Lo que empezó como una plataforma para mostrar la cultura colombiana, terminó siendo un refugio para quienes llegan con los bolsillos vacíos, pero con la esperanza intacta.