Nació el 12 de enero de 1997, cuando los jóvenes amaban caminar el mundo con guitarras eléctricas y pantalones rotos. En medio de ese universo medio hippie y rockero, vino al mundo Manolo Alzamora, un actor sin libreto que desde Barranquilla empezaría a darles luz a los capítulos más emocionantes de su vida.
Su papá, el fotógrafo Manuel Alzamora, tuvo uno de los primeros bares de rock en la ciudad, pero decidió un día que la televisión era su próxima escena, mientras que su mamá, una samaria de 21 años, aceptó el guion sin saber el desenlace. Los dos, “bohemios responsables”, como él los describe, lo cargaron de sueños y maletas rumbo a Bogotá, donde el arte les sonreía desde las cámaras.
“Soy producto de la vida bohemia. Mi padre empezó a trabajar en Caracol Televisión, en paralelo hacemos comerciales mi mamá, mi papá y yo, entonces desde muy chiquito tuve la cercanía con las cámaras”, cuenta.
Pero la vida, como todo buen drama, es cambiante y sorpresiva. Sus padres se separaron y su papá, con el desorden de un programa televisivo sin dirección clara, se fue a Barcelona. Y él, sin pedirlo mucho, terminó de nuevo en Barranquilla, soñando como un grande entre los barrios La Concepción y El Prado. La adolescencia llegó con una cámara en mano y un deseo urgente por contar historias.
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En 2012, cuando en Colombia eran contados con una mano los que subían videos a YouTube, él ya editaba, grababa y llegó a acumular más de 30 mil suscriptores. “Cuando estaba en décimo en el colegio, yo trabajaba haciendo trabajos de la universidad de audiovisuales, como de quinto semestre estando en décimo, o sea, siempre fue como mi lenguaje y tuve claro mi horizonte. Me sentía diferente y hasta era el único que tenía aretes”.

Una dosis de locura
El Icfes fue otra de esas escenas dignas de película. Su papá le dio dinero para inscribirse, pero la gastó. Un amigo le dijo que si se presentaba para becas, no tenía que pagar. Se inscribió y sorpresa: fue de los mejores. “Me dieron la beca Orgullo Caribe. Escogí Comunicación Social y periodismo en la Universidad del Norte. Estudiaba mientras trabaja haciéndoles fotos a muchos artistas”.
Y así fue realizador audiovisual y fotógrafo de grandes artistas musicales de talla mundial como Camilo, Mau y Ricky, Ricardo Montaner, entre otros. Hizo dos intercambios en su carrera universitaria: el primero, en Barcelona, donde estudió audiovisuales en la universidad Tecnocampus y el segundo, en Bogotá en la Universidad Javeriana, donde hizo enfoque en artes visuales.
Y luego, cuando el mundo se detuvo por la pandemia, él estuvo en la Escuela en Casa TV, un programa educativo de Telecaribe. Ahí volvió al frente de las cámaras, esta vez como presentador. Educaba a los niños del Caribe, pero también se reencontraba con ese niño que alguna vez soñó con actuar.
En 2021, sin pensarlo mucho, empacó su vida en una maleta y se fue a Los Ángeles a probar suerte. Iba por unos meses, pero el destino le tenía un libreto distinto.
“Me enamoré perdidamente del proceso actoral, del trabajo profundo que hay detrás de cada personaje. De esa frontera invisible entre la técnica y la sensibilidad, del arte de dotar de sangre y alma a un papel. Me encantaban las clases, era fantástico, podría repetirlas sin aburrirme. Fue un reto que asumí con amor “.
Y es que hizo parte de la prestigiosa escuela de actuación Stella Adler Academy of Acting and Theater, hogar de milenarios actores como Marlon Brando, Benicio del Toro, Salma Hayek, Robert De Niro y Mark Ruffalo, qui en es uno de los actuales socios de la institución, donde a Manolo, a los pocos meses le otorgan una beca del 100 % del programa intensivo de 2 años.
Llamadas que cambian la vida
A Manolo, un viernes cualquiera, le sonó el celular con esa clase de llamada que no solo marca un antes y un después, sino que te reescribe la vida. “Sentí que era una broma de esas que hacen en Olímpica Estéreo y así fui seleccionado a mi primer proyecto actoral profesional: Escupiré sobre sus tumbas”.
En esta producción de Caracol Televisión en alianza con Netflix interpreta a Dylan, un personaje con relevancia casi protagónica en la historia. Actualmente se posiciona en el top 10 en más de 25 países.
“La vida cambia con una llamada. Me encontré con un montón de personas increíbles. Todo el elenco, toda la producción, los directores, tienen un espacio especial en mi corazón. No solo porque haya sido mi primer proyecto, sino porque genuinamente encontré seres con los que todavía me relaciono y los quiero profundamente. Fue una excelente experiencia”.
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Hay semanas que parecen predestinadas, y esa semana en Bogotá lo fue. En esa oportunidad aplicó para cuatro castings, de los cuales dos quisieron contar con su presencia. Uno de esos dos proyectos fue La Huésped, una serie original de Netflix que aún no ha sido estrenada, y en la que interpretó un personaje pequeño, pero contundente.
Pero el verdadero terremoto vino con el segundo proyecto, todo un fenómeno, un ícono: La Reina del Flow. La telenovela musical colombiana que revolucionó el género, ganadora del Emmy Internacional en 2019, coronada como la serie más vista de Caracol y Netflix.
“Voy a interpretar a Jerónimo, pero no puedo decir nada del personaje. Estoy en conversaciones con otros proyectos. Vivo agradecido con la vida, con mis padres, con todos los que han hecho parte de este sueño tan maravilloso”.
Actuar con el sabor Caribe es especial
Para Manolo, ser caribe se lleva en la piel, en la voz, en la manera de entrar a una habitación. “Cuando pensamos en el Caribe, pensamos en la música, por ejemplo. Cuando pensamos en música, pensamos en ritmo. Cualquier proyecto narrativo, sea teatro, sea televisión, sea cine, tiene un ritmo. Y si uno tiene una noción de ritmo, tiene una gran ventaja además. Acá tenemos una gracia especial”.
Eso que para otros se entrena con años de técnica, para muchos caribeños viene integrado. “El Caribe brilla entre todas las cosas. Se siente y es como una luz del sol cruzando el mar. Es indescriptible”.