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“El hijo de rana, Rinrín renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo…” Pero esta vez no lo hizo solo, ni en silencio. Desde el pasado 2 de noviembre, este travieso personaje y sus célebres compañeros de fábula han tomado el Gran Malecón por asalto, transformándolo en un paseo lleno de colores, arte y nostalgia.

Son 22 esculturas que en nueve escenas dan vida al pequeño elegante de pantalón corto y sombrero encintado, invitando a los visitantes a caminar junto a él, redescubriendo la magia de una historia que, como el río Magdalena, fluye entre generaciones dejando lecciones y sonrisas a su paso.

Esta es toda una joya literaria de Rafael Pombo con la que muchos niños han aprendido a leer; pero, ¿cómo surgió la idea de hacer de esto una experiencia educativa y cultural en el sitio turístico más atractivo de la ciudad?

Su escultora, Elsa Marina Losada, mejor conocida como ‘Elmar’, le contó a EL HERALDO que la iniciativa surgió hace siete años cuando ella misma le propuso al entonces alcalde Alejandro Char una intervención artística que fusionara arte, cultura y educación para los niños.

“Yo quería fomentar la cultura y aprendizaje en los niños y el alcalde decidió que fuera Rafael Pombo como un homenaje al poeta más influyente que tenemos en Colombia, y pese a que no es costeño me pareció muy asertivo que desde Barranquilla se transmitiera esa idea”.

Para Elsa, cada obra es un hijo, y la creación de estas esculturas no fue la excepción. Sin embargo, el desafío no termina con la entrega de estas esculturas.

Orlando Amador

“Una vez que la obra es entregada, deja de ser mía. Es de la ciudad, de todos ustedes. Pero también es responsabilidad de todos cuidarla”.

Elsa ha sido testigo de cómo algunos visitantes, especialmente niños, interactúan con las esculturas de formas que las dañan.

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“He visto a niños montando el pato como si fuera caballo o arrancando las escrituras de las escenas. Invito a los padres a enseñar a sus hijos a respetar el arte, porque este legado es para ellos y las futuras generaciones”.

Elsa sueña con que, dentro de décadas, las obras sigan siendo un reflejo de la importancia de cuidar el arte y preservar la cultura.

“Este es un espacio cultural que educa y recrea. Es un regalo para la ciudad que tiene el poder de transformar. Porque cuando tienes cultura, tienes progreso”.

Escenas que cuentan historias

Todas las esculturas están hechas en bronce puro, revestidas con mosaico bizantino que resalta los colores y detalles de cada pieza. Cada escena recrea momentos claves del cuento, comenzando con la salida de ‘Rinrín’ de su casa, donde su madre le advierte sobre el peligro de desobedecer.

“Comenzamos con la casa de Rinrín, donde él sale muy majo, con su sombrero y su traje elegante. Ignora las advertencias de su mamá y emprende su aventura. Luego, se encuentra con el ratón, quien es la mala influencia, y juntos van a una fiesta en casa de Doña Ratona. Allí, la fiesta se convierte en caos con la llegada de los gatos, y finalmente, Rinrín termina siendo devorado por un pato, dejando a su madre desconsolada”.

Cada escena está diseñada para enseñar valores importantes, como la importancia de escuchar los consejos de los mayores y elegir bien las amistades. “Es un mensaje claro para los niños y jóvenes: la desobediencia tiene consecuencias”.

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Lectura como placer

El Gran Malecón, que ya es símbolo de la identidad barranquillera, se convierte en un aula abierta donde niños y jóvenes descubren el placer de la lectura a través de la interacción con estas piezas.

“La promoción de las competencias lectoras debe ir más allá de la escuela, integrándose a la familia y a la cotidianidad”, expresa Elsa Escalante, investigadora en Desarrollo y Educación Infantil.

Según ella, el objetivo es que las nuevas generaciones no perciban la lectura como una obligación académica, sino como una experiencia placentera que enriquece el espíritu y la imaginación.

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“La presencia de las esculturas de Rinrín Renacuajo en el Malecón no solo embellece el espacio, sino que crea un vínculo emocional entre los niños y los textos de Pombo. Es una invitación a experimentar la lectura de manera activa y divertida, lo que sin duda contribuye a una mejor formación lectora”.

Además de ser un homenaje a Rafael Pombo, la también coordinadora de la Maestría en Educación de la Universidad del Norte, enfatizó en que esto sigue el ejemplo de proyectos exitosos en el mundo, como la ciudad de Odense en Dinamarca, que rinde tributo al escritor Hans Christian Andersen.

Allí, una ruta de esculturas recrea cuentos emblemáticos como ‘La Sirenita’ y ‘Pulgarcita’, transformando la literatura en una experiencia tangible para todas las edades.

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“La diferencia es que nosotros exaltamos a un grande de nuestra literatura colombiana. Rafael Pombo no solo nos dejó ‘El Renacuajo Paseador’, sino también joyas como ‘La pobre viejecita’ y ‘Simón el Bobito’. Estas esculturas son un tributo a su legado, mientras promueven la lectura y conectan a los niños con su identidad cultural”.

Una gran enseñanza

Con inocencia, pero mucha seguridad, Antonella Jiménez, estudiante de tercer grado, compartió su amor por una de las fábulas más emblemáticas de la literatura latinoamericana.

“Me parece una fábula divertida y me gusta porque me deja una enseñanza importante: hacerle caso a nuestros padres”.

La niña reveló que su conexión con la fábula comenzó a los 2 años de edad, cuando la escuchó por primera vez. Desde entonces se ha convertido en una de sus historias favoritas. “El pato tragón se lo comió por no obedecer a su mamá y así muchas veces pasa cuando nosotros no hacemos caso”.

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A sus 9 años, desea que la fábula pueda ser difundida a las nuevas generaciones, considerando que tenerla en el Gran Malecón, es una oportunidad para que más niños la descubran.

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“Ojalá que todos la lean y también la visiten. Yo fui y me gustó mucho porque me dio mucha risa ver como hicieron todo tan idéntico. Los personajes son divertidos”.

Alana Cermeño, de 13 años, recuerda cuando solía imitar a los profesores mientras leía la fábula. “Yo quiero ser maestra y desde pequeña siempre me gustaba jugar con los tableros y los libros y esta fábula era una de las que más leía”.

La estudiante de octavo grado espera que hasta los adultos lean la fábula. “Deja enseñanzas en todas las edades”.

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