Con frases como “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena” o “con permisito, dijo Monchito” quedó inmortalizado.
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Las bofetadas que recibía de doña Florinda, las bromas que le hacían El Chavo y Kiko, deber 14 meses de renta o ser el amor de doña Cleotilde. Sin haber siquiera escrito su nombre ya todos saben quién es. Es él, el que fuera el alma del programa, ese papá de la Chilindrina con el que todos reímos: don Ramón o Ramón Valdés, porque al fin y al cabo eran la misma persona.
Ese hombre que con su genialidad supo ganarse el cariño de varias generaciones de latinoamericanos que crecimos viéndolo hacer mil y un trabajos, y con sus ocurrencias quedar inmortalizado como una de las glorias de la televisión.
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Ramón Valdés ha sido, es y será uno de los genios que trascienden en el tiempo. No importa cuánto pase siempre estará presente. Por ello, hoy que estaría cumpliendo cien años de vida, un siglo lleno de risas, es necesario recordar el impacto que causó con su forma de ser, aunque muchos lo vimos actuar, poco hemos sabido de su vida cuando se decía “corte”.
Y es uno de sus hijos, Esteban, quien en honor a su padre y como regalo a esos fanáticos que lo han adorado por tanta décadas, decidió escribir un libro llamado Con permisito, dijo Monchito, en el que cuenta cómo era ese papá, ese ingenioso hombre que reflejaba su vida en el programa, porque sí, Ramón Valdés y don Ramón, en cierta medida, eran la misma persona, el actor no actuaba, vivía su propia vida.
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“Definitivamente don Ramón, el de la vecindad, es un reflejo del ser humano que fue mi papá antes de ser famoso y tener un poco más de dinero”, dice sin titubear a EL HERALDO Esteban Valdés.