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La vida del juglar Calixto Antonio Ochoa Campo estuvo rodeada de canciones donde el corazón fluctuaba unido a su acordeón para con frases sencillas enmarcar su pensamiento en los amores que le regalaron alegrías y ciertas decepciones. En esa instancia muchas veces meditaba en la mujer que al llegar las horas de la tarde le removía el sentimiento, provocándole regresar al lugar donde la había conocido.

También se fijó en un lirio rojo bien adornado con una rosita blanca muy aparente, pero en un descuido llegó el verano y lo marchitó, no habiendo fórmula para regresarlo a su estado natural. Eso lo hacía llorar por su mala suerte, pero como buen agricultor volvía a sembrar el amor en terreno fértil.