Por el momento la industria farmacéutica no tiene una respuesta al Alzheimer. En los últimos 16 años no se ha comercializado ningún nuevo fármaco contra esta enfermedad neurodegenerativa por falta de conocimientos sobre su mecanismo.
Desarrollar tratamientos contra el Alzheimer es como 'intentar resolver un rompecabezas sin conocer su apariencia final', según Pierre Tariot, director de Banner Alzheimer Institute, en Estados Unidos.
Sin embargo, resulta urgente resolver este enigma. Se prevé que el número de personas con demencia en el mundo se triplicará de aquí a 2050, hasta 152 millones, y el Alzheimer representaría entre 60 a 70% de los casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, el costo anual mundial de la demencia (en gastos médicos, tratamientos...), estimado en 818.000 millones de dólares en 2015, lo que representa más del 1% del PIB mundial, podría duplicarse de aquí a 2030.
Pero pese a que se ha invertido mucho dinero en la investigación, los ensayos clínicos sobre el Alzheimer no han dado resultados.
Este año ha sido particularmente malo, con fracasos registrados por varios laboratorios, como Lundbeck, Takeda, Merck & Co, Janssen Biotech, AstraZeneca y Eli Lilly, entre otros. Mientras que el gigante estadounidense Pfizer decidió simple y llanamente abandonar todos sus programas de investigación sobre el Alzheimer en enero pasado.
Cascada amiloide
Hasta ahora solo se ha explorado 'una pista' principal sobre el Alzheimer, la hipótesis de la 'cascada amiloide' según la cual la acumulación anormal de proteínas amiloides en el cerebro sería un elemento clave en la aparición de la enfermedad, explica a la AFP Marie Sarazin, responsable del servicio de neurología del hospital parisino Saint-Anne.
Después de pruebas prometedoras en ratones a principios de los años 2000 'todos los laboratorios partieron sobre esta hipótesis', deplora la neuróloga.
De acuerdo con esta hipótesis, la formación de placas amiloides, que aparecen mucho antes de los primeros síntomas clínicos de la enfermedad, conducirían posteriormente a anomalías de otra proteína cerebral, Tau, que comienza a formar agregados dentro de las neuronas y termina destruyéndolas.
'La interfaz entre las proteínas amiloides y Tau sigue siendo un área muy poco conocida y compleja', resume Sarazin. En la actualidad, 'hay investigadores que piensan que Tau también tendría un papel esencial en una etapa muy temprana de la enfermedad', cuestionando el modelo de la cascada de amiloide.
'En el futuro, creo que veremos una combinación de terapias dirigidas a proteínas amiloides y Tau', predice Alessio Brunello, un analista de neurociencia en GlobalData, entrevistado por la AFP.
La importancia de la prevención
Dada la falta de herramientas para el diagnóstico precoz del Alzheimer, los laboratorios han concentrado durante mucho tiempo sus ensayos clínicos en pacientes en etapas avanzadas de la enfermedad, explica Brunello.
Pero ahora, 'muchos laboratorios buscan incluir en sus ensayos clínicos a personas sanas pero con una predisposición a desarrollar' la enfermedad de Alzheimer años más tarde, con la esperanza de demostrar la eficacia preventiva de sus tratamientos, destaca el analista.
Los laboratorios usan la genética para identificar a estas personas, ya que aunque la forma hereditaria de esta enfermedad, que aparece generalmente antes de los 65 años, es poco usual, existen genes que aumentan significativamente el riesgo de desarrollar Alzheimer a una edad más avanzada.
'Parece que para otras enfermedades neurodegenerativas la clave es privilegiar la prevención lo antes posible', estima Danny Bar-Zohar, jefe del desarrollo en neurociencia en el gigante farmacéutico suizo Novartis, que colabora con la estadounidense Amgen sobre el Alzheimer.