Por: Ing. Germán Rivillas
Por su ubicación, Colombia se encuentra dentro de la ruta de los huracanes, y, debido a la escasez de mediciones de variables climáticas durante la incidencia de estos fenómenos, no existen bases de datos lo suficientemente robustas ni confiables para la estimación adecuada de los efectos adversos que pueden generarse en las playas.
En las regiones tropicales las inundaciones costeras se deben principalmente a la presencia cercana de eventos hidrometeorológicos extremos (huracanes). Fenómenos que están determinados por sus fuertes vientos, combinados con oleaje intenso y variaciones en la presión atmosférica circundante, que dan como resultado una modificación temporal de la superficie libre del mar, llamada marea de tormenta. El resultado es que el nivel del mar sube unos centímetros. Incremento que depende de la magnitud de la tormenta y de la forma que tenga la costa afectada. Los resultados son: inundaciones de las playas y de la infraestructura que se encuentre allí dispuesta.
Las inundaciones son, quizás, los fenómenos naturales que originan el mayor número de pérdidas materiales y humanas. Además, hay estimaciones que indican que en las últimas décadas se ha observado uno de los mayores crecimientos poblacionales en las ciudades cercanas a la costa. Por lo tanto, las inundaciones que afectan las zonas costeras son categorizadas debido al papel fundamental que tienen en la toma de decisiones, por los efectos directos sobre las comunidades con alta densidad de población nativa o turística.
Institutos internacionales de regulación y medición relacionados con el recurso hídrico han reportado que este año ha sido el de mayor actividad en toda la historia, con la presencia de 45 sistemas de baja presión, tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico. Reportan que en 2020 se han presentado 29 tormentas tropicales, 8 huracanes de categoría 1 y 2, al igual que 8 huracanes de categorías 3, 4 o 5. Ello pone de manifiesto que las condiciones del clima en el planeta están cambiando. Y es que los huracanes, además de diversas variables meteorológicas, se forman y viven de las condiciones de temperatura que tenga el mar, es decir, entre más cálidas, más opciones tienen para mantenerse activos.
En nuestro país tenemos grandes desafíos en todo lo relacionado con la adaptación al cambio climático. Si bien en los últimos años el Gobierno nacional ha avanzado en este tema a nivel institucional, aún falta presencia estatal y políticas integrales que promuevan al país como potencia marítima y turística que permitan establecer escenarios en donde la población que está asentada en la costa no quede tan expuesta ante estos fenómenos del clima cada vez menos predecibles, pero más recurrentes y de mayor magnitud.
Colombia es uno de los pocos países de América Latina que carece de una ley de costas que regule las actuaciones y el desarrollo en las zonas marinas, además, los planes de manejo costero no están integrados a nivel regional, ni departamental. Como último elemento, se puede encontrar un deficiente abordaje de los problemas de la erosión costera desde la infraestructura misma, que históricamente ha pensado en los espolones como única medida de protección. A ello se suman acciones de intervención rígidas, pensadas como contingencia, para el corto plazo y, usualmente en temporadas electorales, así como pocas o casi nulas estrategias para la adaptación en escalas de mediano y largo plazo. Es así como nuestras playas resultan lugares altamente vulnerables ante fenómenos naturales de cualquier tipo, que sin duda pueden llegar a tener efectos devastadores en el medio ambiente y las personas.
El último factor para considerar es la población que se encuentra establecida en zonas que hacen parte de la dinámica natural del mar, con construcciones e infraestructura que rompe los ciclos naturales de la playa. Frente a estos fenómenos naturales no solo se incrementa el riesgo de daños, sino también la erosión costera.
Como opción se pueden tomar las medidas que el Gobierno nacional, desde la autoridad ambiental, está promoviendo: las Soluciones Basadas en Naturaleza (SBN). Alternativas que se vienen implementando en otros países, tanto de Europa como América. Rellenos artificiales combinados con diques vivos para la protección contra las inundaciones, son una nueva alternativa que se ha llevado a cabo en Holanda. También, la instalación de arrecifes artificiales de Sian Ka’an México para reducir la energía del oleaje durante el paso de huracanes, o la construcción de dunas artificiales de invierno para contrarrestar la marea de tormenta en el mar del norte, Reino Unido; restauración de dunas y su vegetación asociada en Río Grande del Sur en Brasil para reducir procesos erosivos, y trampas de sedimento para mitigar la erosión en la Ciénaga de Mallorquín, Colombia.
Los ejemplos anteriores muestran que la combinación de esquemas de protección rígidos y flexibles constituyen una herramienta de protección y adaptación frente al cambio climático. Medidas que debemos intensificar en nuestro país para la protección de la población, la infraestructura y el medio ambiente.
PhD en Ingeniería de Costas – profesor investigador División de Ingenierías, Universidad del Norte.