Lo que va a pasar con Rodrigo Tovar Pupo, el temido y brutal jefe paramilitar conocido como ‘Jorge 40’, quien con su estela de sangre y muerte sembró de horror gran parte del litoral Caribe colombiano, aún es una incógnita.
Tras purgar 12 años de cárcel por narcotráfico en Estados Unidos, se suponía que ‘40’ iba a pasar directo a una cárcel de máxima seguridad del país, a pagar las condenas que tiene pendientes aquí por sus múltiples crímenes, entre estos uno de los más representativos, el asesinato del humanista Alfredo Correa De Andreis.
Antes de su extradición Tovar fue expulsado de Justicia y Paz, la jurisdicción creada para juzgar a los paramilitares que se desmovilizaron con el compromiso de narrar la verdad y reparar a las víctimas, entre algunas de las obligaciones.
El otrora jefe paramilitar se negó rebeldemente a colaborar en este aspecto, por lo que fue despachado de allí sin atenuantes, y expuesto a pagar a rajatabla las drásticas sentencias en su contra.
Sin embargo, en cuanto aterrizó en Bogotá a su regreso, volvió a tomar fuerza la posibilidad de que le dieran cobijo en la JEP, la otra jurisdicción especial creada en el país, pero esta para juzgar únicamente a los guerrilleros que participaron en el proceso de paz del Gobierno Santos.
Aquí no tendría cabida porque es solo para la guerrilla, pero es posible que se valgan de alguna figura para que ‘Jorge 40’ aterrice allí y obtenga algunos beneficios, principalmente de rebaja de pena.
Pero a todas estas el exjefe ‘para’ aún no declara públicamente sobre su vocación de colaborar con la justicia y reparar a víctimas, es decir, mantiene el mismo silencio y/o negativa sobre ambos temas que le valieron la exclusión de Justicia y Paz. Una obstinación inaudita, pues de lo que revele y colabore dependerá la disminución de sus condenas.
Mientras se aclara lo que va a pasar con Tovar Pupo, hacemos memoria sobre la huella cruel y sanguinaria que dejó su paso por el paramilitarismo en la Costa Caribe.