La Región Caribe estalló en júbilo. Luego de que la Selección Colombia clasificara a los octavos de final del campeonato mundial de fútbol, un derroche de alegría se tomó las calles y los establecimientos comerciales de cada una de las ciudades costeñas.
En Barranquilla, los obreros de una construcción suspendieron sus labores mientras jugaba el combinado tricolor. Una tienda en la calle 70 con carrera 48 fue testigo de cómo en el primer tiempo del encuentro, los trabajadores se comían las uñas lentamente.
Un penalti pitado a favor del onceno senegalés, en el minuto 17, paralizó los corazones que presenciaban el encuentro desde las sillas y en las aceras de la esquina barranquillera. Afortunadamente, el árbitro reversó la situación con ayuda de la tecnología y el alma le volvió al cuerpo a los futboleros.
'Este partido está muy luchado, los africanos tienen mucha fuerza y Colombia no ha podido hacer su juego. Confío en que Colombia gane dos a cero', manifestaba Javier Orozco, uno de los obreros que paralizó sus labores durante 90 minutos.
El juego siguió su curso y ambos oncenos no lograron llegar al gol. El primer tiempo terminó en medio de la ansiedad de los hinchas que miraban también de reojo el partido entre polacos y japoneses.
La esperanza y el gol. Al comenzar el segundo tiempo, ambos equipos buscaban llegar con peligro al arco rival. Jorge Pérez no podía disfrutar del desayuno que pidió en un establecimiento comercial en el norte de Barranquilla, debido a la ansiedad que le producía cada jugada del encuentro.
El canto de gol llegó, pero no fue por una alegría tricolor. Todo el bar celebraba el triunfo parcial de Polonia, resultado que le daba el tiquete a octavos de final al onceno dirigido por José Pékerman. 'Ya estamos adentro, pero no nos debemos confiar, Colombia tiene que ir por su gol para que todos estemos tranquilos y por fin me pueda comer el chicharrón con yuca que pedí', decía Jorge mientras Colombia seguía atacando sin fortuna.
Corría el minuto 74 cuando un tiro de esquina ejecutado por ‘Quinterito’ fue hábilmente conectado por el frontal de Yerry Mina. El espigado central colombiano anticipó su marca y logró vulnerar, por fin, el arco de los africanos.
Desde ese momento, a quince minutos del final, la Costa entera ya celebraba la clasificación de la Selección. Todos se fundieron en un abrazo con propios y extraños, la alegría se apoderó de las calles, bares y tiendas y en un grito que se perdía entre el ruido de los carros en la vía de la Cordialidad, Jaime Fuentes, quien paseaba su perro, gritaba: ¡Que se venga Inglaterra!