Tras ser sorprendido besándose con un compañero en la institución educativa en la que estudiaba, Sergio Urrego, un joven bogotano de 16 años tuvo que enfrentar la discriminación constante por parte de las directivas del colegio Castillo Campestre. Esta historia continuó hasta que el menor, desesperado por la hostigante situación, decidió suicidarse el 4 de agosto de 2014, abriendo un debate que a la fecha sigue vigente.
Pero el caso no murió con Sergio. Alba Lucía Reyes Arenas, la mamá de Urrego, interpuso una tutela en contra de la Secretaría de Educación y del colegio en cuestión, probando la culpabilidad de la institución educativa con notas que el joven dejó -en las que explicaba que su decisión había sido tomada por las presiones que el Colegio Castillo Campestre le hacía, dada su orientación sexual-.
El pasado viernes, la Corte Constitucional falló a favor de la familia de Urrego, amparó los derechos a la dignidad, buen nombre, intimidad, y honra familiar del joven y le ordenó al Ministerio de Educación modificar los manuales de convivencia para garantizar el libre desarrollo de la orientación sexual de los menores.
Por otro lado, el procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, solicitó a la Corte Constitucional que no modificara la parte de los manuales de convivencia de los colegios en la que se prohíben las excesivas manifestaciones de afecto entre los estudiantes, ya fueran homosexuales o heterosexuales.
Una situación común. Según José Henao, rector del Instituto Alexander Von Humboldt, 'hay muchas cosas que son productos de una realidad social que no se puede negar'. Desde la parte normativa, 'estoy de acuerdo con la Corte, porque su decisión da un amparo legal a una situación que nos ha tocado vivir o sortear a todos los que hemos sido rectores o docentes en una institución educativa por mucho tiempo'.
Para Henao, más allá del imperativo, se debe mirar lo que guarda relación con la parte psicoafectiva del reconocimiento que hay que darle al estudiante homosexual, hasta que su condición sea aceptada por la comunidad. 'Si estos estudiantes no son tolerados en su condición, se vuelven agresivos, acuden a la droga o caen en un estado de depresión'.
'Pienso que si se da una detección temprana de la condición sexual del menor, con el acompañamiento indicado y se tiene sinceridad con los padres para que estén alertas y acompañen a sus hijos, no se llegara a extremos', dice.
Según el docente, la escuela debe ser un gran defensor de los estudiantes que presenten casos como el de Urrego, a quienes se les debe tratar desde el marco del afecto, del reconocimiento y del respeto .
Humberto Molinello Blanquicet, psiquiatra de la Universidad Militar Nueva Granada, el tema detrás de todo esto es el matoneo, que sufren quienes son estigmatizados como personas 'diferentes' y que terminan siendo víctimas de la intolerancia.
'El hostigamiento constante va dañando a la persona hasta llegar a representarle un cuadro depresivo que al final redunde enuna afección mayor y haga que la persona cometa un acto de suicidio, tal como es el caso de Sergio Urrego'.
Según el psiquiatra, 'las escuelas deben ser un lugar de inclusión y de educación integral, no solo para formar a los estudiantes en el proceso cognitivo sino también para educarlo en normas y valores'.
Política inclusiva. Los especialistas coinciden en afirmar que 'en los colegios debe haber una política de inclusión, de no discriminación'. En este sentido, los inconvenientes que se generen a raíz de la postura homosexual de un estudiante, deben significar para el colegio un problema por resolver a través de las vías de la comprensión y de la tolerancia. Entonces, cuando el colegio detecte una situación de matoneo hacia un estudiante que se considere homosexual, debe tener todo un equipo especializado para atender este tipo de casos y hacer intervenciones a nivel psicológico y social a mediado y largo plazo.
Un problema cultural. Según Raimundo Caviedes, sociólogo de la Universidad de La Salle, las personas deben tener total libertad en cuanto a sus preferencias sexuales.'Pienso que la discriminación sexual no obedece a algo natural sino a algo cultural, porque en teoría, cada quien tiene la opción de decidir ser lo que quiera'.
En palabras del sociólogo, la sociedad debe ser tolerante y tener la convicción completa de que 'cada persona tiene el derecho a decidir sobre su propia persona y su personalidad'. 'Nosotros somos seres sociales porque vivimos en sociedad y por ello debemos aprender a convivir con todas las normas y condiciones que esta presente', sostiene Caviedes.
María Ilma Pinto Vergara, psicóloga Clínica de la Universidad Nacional, asegura que lo más recomendable es que todos los colegios implementen el respeto por las diferencias, 'porque cada quien tiene derecho a ver la vida y a vivirla de la manera que prefiera'.
Desde ese punto de vista, la psicóloga expresa su desacuerdo con la petición que el procurador Ordóñez hace de mantener la prohibición a la las manifestaciones de afecto entre estudiantes. 'Lo que se debe implementar en el manual de convivencia es la educación por el respeto y por la diferencia del otro; nadie tiene por qué discriminar a otro por su orientación sexual o rasgos que expresen una supuesta diferencia'.
Para la experta, 'más que de prohibir, se trata de educar; porque entre más se prohíbe algo, más se incita a que se dé la situación no deseada'.
Visión legal. Carmen Larrazabal, abogada, sexóloga y psicóloga de la Universidad de los Andes, expresa que el hecho de que una persona se incline más por una condición o por otra, hace parte de una base sólida de derechos que tiene que ver no solo con lo que la sociedad está formando, sino también con el respeto y la congruencia que deben tener los derechos entre sí.
'Si bien es cierto que hay una libertad para que uno escoja una inclinación sexual particular, también es cierto que uno tiene una libre expresión de su personalidad', dice Larrazabal, para quien, en el caso de Urrego, 'se violentaron muchos derechos, porque si hay una condición diferente del chico, no estoy diciendo que se le deba aplaudir, pero lo que sí debe existir es un mínimo de respeto por parte de la institución, de los maestros, directivos y los congéneres'.
Sobre la postura del procurador, Larrazabal expone que 'su medida es obsoleta y arrinconada, porque supone limitar a los jóvenes y coartarlos de la única forma que tienen de expresarse'. Según la abogada, adoptar esta posición cercenaría la voluntad de expresión de los jóvenes y el desarrollo de su sistema afectivo.
Según Alexis Celin, padre de familia barranquillero, si fuera definitivo que su hija llegara a presentar una condición homosexual, él la apoyaría porque 'si no la apoyo yo, la apoya el de la calle y eso sería mucho peor'. Para Celin, 'entre más prohibidas son las cosas, más se busca hacerlas'.
'Hay una realidad y es que la libertad de uno termina, donde empieza la de otro, y por eso hay que respetar los espacios y decisiones de los otros'. El padre de familia argumenta su posición diciendo que 'estamos en una sociedad en la que hablamos de tolerancia, pero no toleramos al que está al lado'.
José Manuel González, doctor en Psicología de la Universidad de La Habana, asegura que por mes recibe al menos dos familias que llegan a consulta porque su hijo o hija le dicen a sus padres 'soy gay'.
González atiende casos en Bogotá y en Barranquilla, y -según dice- en la capital ve con menos frecuencia que se presenten familias con esta afección. Mientras que en La Arenosa son más los casos de este tipo. 'No sé si en Bogotá la gente ve la homosexualidad de forma diferente y se angustia menos que en Barranquilla'.
De igual forma que el Papa -sostiene González-, no se debe discriminar a las personas homosexuales. 'Es importante que las familias sean las primeras en orientar a sus hijos, porque la mayoría de problemas surgen simplemente por la falta de comunicación', concluye.
Testimonio.Eudes Toncel Rosado
La historia de Sergio y la mía
Amis 12 años, en el Instituto Cristo Rey de Fonseca (Guajira), la coordinadora de disciplina y la psicorientadora -de ese entonces- me llamaron a una de sus oficinas para enseñarme a 'caminar como un hombre', pues mi contoneo por el tierrero que era por esos tiempos mi colegio, las perturbaba.
Con el tiempo, aprendí a solaparme entre mis compañeros y la cuestión de mi orientación sexual ha sido un tema que ha ido manejándose a mi modo, 'Mi sexualidad no es mi pecado, es mi propio paraíso', escribía un estudiante del Colegio Gimnasio Castillo Campestre de Bogotá, que se suicidó tras ser víctima de homofobia, unos meses antes de graduarse de bachillerato, a los 16 años, el 4 de agosto de 2014. Se llamaba Sergio David Urrego Reyes.
Un año después, la Corte Constitucional le ordenó a ese colegio reparar de manera integral los derechos del menor: instalando una placa en sus instalaciones y realizando un acto público para exaltar la memoria del joven, con el fin de honrarlo y recordar que los espacios educativos deben promover una deliberación en la diferencia, el respeto y la pluralidad.
De igual forma que el Papa -según dice-, González piensa que no se debe discriminar a las personas homosexuales. 'Es importante que las familias sean las primeras en orientar a sus hijos, porque la mayoría de problemas surgen simplemente por la falta de comunicación', concluye.