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A 200 metros de la Sexta Entrada, en la vía Malambo-Caracolí, hay una trocha angosta –como todas las del municipio– con zonas enmontadas a lado y lado de un camino despejado de maleza por el tránsito de vehículos y personas que a diario recorren estos parajes.

Las marcas de los carros y las motos dibujan las líneas recorridas por los que viven en el sector, y las huellas de los zapatos dejan saber que el paso de los trabajadores del matadero contiguo es constante. Huele a podrido, y el silencio ensordecedor es interrumpido a ratos por el ruido de unas máquinas a lo lejos.

Según los lugareños, esa trocha guarda los deseos reprimidos de hombres y mujeres que encuentran en sus espacios apartados un lugar para hacer el amor, pero también guarda los gritos ahogados y llantos mudos de las que han sido víctimas de agresiones sexuales. Allí unos dejan florecer sus pasiones y otros dejan salir los demonios que llevan dentro.

Cien metros adentro, diagonal a una casa finca de portón blanco, hay una entrada pequeña, sobre una loma de arena, por la que acortan camino los moradores y los mismos trabajadores del matadero, como el que pasó el viernes, a las 4 de la tarde, vestido con un uniforme blanco, con botas plásticas del mismo color y un balde verde, cuando personal del CTI de la Fiscalía y miembros de la Policía hacían las labores del levantamiento del cadáver de Gabriela Andrea Romero Cabarcas, la estudiante de Gestión Empresarial del Sena, que había sido reportada como desaparecida desde el 24 de noviembre.

Los investigadores intentan establecer si la joven de 18 años pasó viva por ahí, llevada a la fuerza por el expolicía Levith Rúa Rodríguez, o si su cuerpo sin signos vitales fue arrastrado hasta este lugar.

A otro lado de allí, en la trocha Buenos Aires, en el mismo municipio, los habitantes coinciden en que es común ver a parejas perderse entre los árboles y tomar esos lugares como ‘moteles’ a cielo abierto. 'Uno ve como llegan en moto o a pie, se meten allá y vaya uno a saber cuándo salen'.

Así como unas van por su voluntad, otras personas son llevadas con engaños, de acuerdo con un hombre de 42 años, habitante del sector desde que nació. 'Yo trabajaba por allá arriba, y varias veces vi a jovencitas, que se notaba que no eran de por aquí, tiradas a orillas de las trochas, perdidas y sucias, que decían que las habían llevado con mentiras. Eso se ve bastante'.

Al recorrer varias cañadas, la situación es la misma: caminos desolados y mucho monte, lugares apartados fuera de la vista de todos. Un elemento, que puede identificarse como un sofá, se ve a lo lejos. 'En ese cojín viejo hacen de todo. Uno encuentra condones, toallas de esas que usan las mujeres, papel higiénico, ropa interior. De todo'.

Todo dificultaba la búsqueda del cuerpo de Gabriela, esa que hace 22 días salió de su casa en el barrio Vista Hermosa de Soledad, motivada por la propuesta de un supuesto empleo, y que habría muerto a manos de Levith, un asesino en serie, de acuerdo con la declaración del CTI, y dejada a la intemperie, pues los técnicos forenses han determinado que el cadáver no fue enterrado.

Cinco horas de búsqueda, por todas las trochas por donde había sido visto Levith Rúa en ocasiones anteriores, fueron necesarias para hallar el cuerpo, tras la llamada de un morador no identificado. El estado del cadáver y la ubicación apartada dificultó en cierta medida el levantamiento de la osamenta, que tenía unas señales –el tatuaje de un gato en el muslo izquierdo y una manilla– que permitieron esclarecer que se trataba de Gabriela.