La demora en la transmisión y publicación de los resultados el domingo 13 de marzo, una vez concluyeron las votaciones para Congreso de la República, consultas interpartidistas y curules de paz ya hacía presagiar que los escrutinios terminarían en un gran escándalo nacional.

Y es que no era para menos. La aún inexplicable y abismal diferencia entre el preconteo de los comicios y los escrutinios de la semana –que según se ha conocido fue del 7 %, cuando históricamente ha sido del 0,5 %– dejó minada la credibilidad de la organización electoral del país en manos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.

Ya lo ha explicado la Misión de Observación Electoral (MOE) que por ahora no cree que se pueda hablar de la configuración de un fraude, sino de “errores garrafales” de los jurados de votación que no tuvieron la suficiente preparación de cara a tamaña responsabilidad de contabilizar los votos de los ciudadanos que eligieron al nuevo Congreso para el período 2022-2026.

Pero aun si no se trata de un fraude, eso se determinará en su momento, la cosa salió mal. Tan mal que es increíble cómo aparecieron cerca de 500 mil votos que cambiaron la configuración del Congreso en cinco días. El Pacto Histórico, el partido con mayor votación, incrementó de 16 a 19 las curules conquistadas, lo que redundó en que Centro Democrático, el Partido Conservador y la coalición Alianza Verde-Centro Esperanza perdieran cada uno una curul.

La Registraduría no termina de dar una explicación, al menos no una que satisfaga las inquietudes y preocupaciones tanto de los partidos que están en el espectro de la izquierda como de los ubicados en la derecha y aun los del centro.

Todos, de uno y otro lado, dicen que se vieron afectados por el mal conteo, registro y transmisión de los votos. Y tal parece – con base en las peticiones de los partidos políticos y candidatos que se sienten afectados por este desastre– que lo único que podría ofrecer garantías del resultado final de la elección es el reconteo voto a voto y de manera pública.

En un momento tan álgido y de polarización en la que está inmerso el país, que lo más saludable es procurar la transparencia y claridad en la declaratoria de elección del Congreso de la República. Urge recuperar la confianza en la institucionalidad, y puntualmente en este caso en la entidad que en los últimos años se caracterizó por su eficacia en la organización de los procesos electorales.

Lo que esperan los colombianos es que todo este embrollo se aclare cuanto antes, pues el país, los partidos, los ciudadanos, todos, necesitamos certezas sobre qué fue lo que pasó y si hay garantías para lo que será la primera vuelta presidencial el próximo 29 de mayo.