Por cuarto día consecutivo, habitantes de Soledad afrontaron problemas para movilizarse debido a la suspensión de actividades de los conductores de motocarros. El detonante de esta inusual situación, que se extendió a Malambo, es el temor que estructuras armadas delincuenciales han sembrado, mediante panfletos intimidatorios, entre quienes se dedican al oficio. Entre 40 mil y 80 mil pesos le cobran a cada conductor por mes, a manera de un ‘impuesto criminal de rodamiento’, a cambio de dejarlos trabajar o circular en el municipio.
¿Cuánto pesa el miedo en la vida de una persona? Pues basta con recorrer las desoladas calles de Soledad para calcularlo en su justa dimensión. Adicionalmente, la angustia por ser la próxima víctima de las balas de los violentos alcanza a los usuarios que han optado por utilizar bicitaxis, mototaxis o incluso caminar frente al aumento de las intimidaciones contra los motocarristas. Sin duda, las últimas jornadas están siendo más retadoras que de costumbre en un territorio donde el servicio de buses ya es de por sí limitado en sectores.
Distintos hechos, todos tan desafortunados como repudiables, confirman que durante las últimas semanas los motocarristas de Soledad y Malambo, como antes estuvieron otros representantes del gremio de transportadores del Atlántico, se encuentran bajo el fuego criminal de grupos delincuenciales por cuenta de los cobros extorsivos. El 29 de mayo, un conductor quedó herido tras un ataque; el 6 de junio, otro fue asesinado y el 18, dos más fueron acribillados, quien conducía el vehículo y su pasajero, que resultó ser un compañero.
¿Cómo es que ninguna autoridad del orden local, departamental o nacional, en el caso de la fuerza pública, vio venir la tormenta perfecta que se estaba formando en el municipio? Un vendedor de fritos, afectado por la ausencia de sus principales clientes, dio con la clave del asunto en una espontánea declaración a EL HERALDO, que ha acompañado a los soledeños desde el pasado fin de semana. “Esto está feo aquí y no se puede vivir así”, indicó.
¡Cuánta razón tiene! Es de sentido común que nadie quiera exponerse en Soledad ante la manifiesta falta de garantías de seguridad. Cada quien es dueño de su propio miedo, pero quienes nos gobiernan y tienen la misión constitucional de protegernos están en la obligación de anticiparse a las crisis, gestionarlas con las herramientas disponibles y resolverlas lo antes posible por el bien general. Bajo las actuales circunstancias, cuando la vida humana está en riesgo, lo primero es restaurar las condiciones de convivencia que el aparato del crimen le ha arrebatado al gremio de motocarristas y al resto de la comunidad.
Por ahora, la respuesta de la institucionalidad es el aumento temporal del número de efectivos de Policía, Ejército y Gaula Militar para acompañar a las víctimas, a quienes se les convoca a elevar sus denuncias. También se anuncia la construcción de dos CAI en los sectores de La Virgencita y Soledad 2000, en Soledad, y otras acciones, como dispositivos de seguridad en puntos de Malambo, para contener las actuales amenazas e intimidaciones.
Como primera reacción ante la nueva arremetida extorsiva es destacable la articulación de la Alcaldía de Soledad, Gobernación del Atlántico, Policía y Ejército. Sin embargo, poner fin a este ciclo criminal que se reedita año tras año, además en el mismo período, de mayo a agosto, demandará una estrategia más estructurada, en la que la inteligencia sea prioridad.
Como la memoria es frágil, conviene recordar que desde el 2012 la extorsión se ha cobrado decenas de vidas de trabajadores de empresas de transporte, comercios, tiendas, billares, estaciones de gasolina, locales de ocio nocturno y programadores musicales, entre otros. Y pese a medidas en marcha, lo sigue haciendo casi a diario en Barranquilla y municipios del área metropolitana. La gente resiste como puede, pero no deja de ser frustrante que ese monstruo de mil cabezas, de ‘los Costeños’, ‘los Pepes’, ‘los Rastrojos Costeños’, el Clan del Golfo o quien se intente pasar por ellos, siga intacto, imponiendo su terror a sangre y fuego.
Ahora son los motocarristas de Soledad y Malambo, ¿quiénes siguen en la lista del horror? Vivir con miedo nos confina mentalmente, aunque tengamos un batallón o un CAI al lado.