Lo que mal empieza mal acaba. Es una verdad, un paradigma, una constante incuestionable y que aplica en cualquier campo de la vida o de la existencia, y en el caso de la red pública hospitalaria del Atlántico sí que cae como anillo al dedo esta frase.

En medio de una crisis de salud generalizada como la que predomina hoy en todo el país por cuenta de presupuestos máximos y unidades de pago por capitación insuficientes, demoras en los pagos de la Adres a las entidades promotoras de salud y a las instituciones prestadoras de servicios, la ESE UNA va contracorriente y sin salvavidas que le dé respiro para salir a flote y hallar algo de oxígeno para seguir en funcionamiento.

Pero es que las dificultades financieras que afronta la red pública hospitalaria del Atlántico son de tal magnitud y complejidad que cuesta abrigar esperanzas de encontrar soluciones. Pues lo que se creó con toda la proyección y el impulso en noviembre de 2021 nació con deudas, como lo aseguró a EL HERALDO el saliente gerente de la entidad, Pablo De la Cruz, quien apuntó que la ESE nunca recibió el capital semilla de 72 mil millones de pesos con que arrancaría y cubriría sus pasivos inmediatos.

De la Cruz sostiene que era consciente del ‘chicharrón’ que asumió en abril del año pasado cuando llegó a la gerencia de la empresa social del Estado, pues la recibió con deudas por 76.978 millones de pesos, sin recursos para pagar servicios públicos y con obligaciones sin cumplir con los proveedores, la gran mayoría vitales para su funcionamiento, como por ejemplo el que suministra el oxígeno.

No obstante se metió a la boca del lobo –dice– “con conocimiento de que podía haber aportes de parte del departamento para sacar la empresa adelante”. Los pasivos ya sumaron a diciembre de 2024 112.727 millones de pesos.

Y aunque los gastos se han logrado reducir de 15 mil a 13 mil millones de pesos y la facturación ha pasado de 9 mil a 13 mil millones de pesos, la diferencia aún no le permite llegar al punto de equilibrio. Y aquí es donde se complica la cosa, porque de nada le ha servido a la ESE UNA aumentar la facturación si el recaudo no se comporta de la misma manera, pues las EPS no tienen para pagarle y muchas veces el recaudo de los servicios facturados no llega ni al 40 %.

Y para colmo de males, otro de los defectos de nacimiento de la ESE UNA, quizás el más grave, es que nació amarrada con cinco contratos a 15 años con unos llamados “aliados”, que se estaban “llevando prácticamente toda la facturación y el recaudo”, de acuerdo con lo explicado por el gerente De la Cruz, que calificó dichos contratos como nocivos.

La crisis generalizada de la salud en el país terminó por exhibir los problemas de la ESE UNA, pues el pasado viernes varios trabajadores del Hospital Juan Domínguez Romero, de Soledad, y parte de la ESE departamental, amenazaron con no asistir a cumplir sus labores por las demoras en el pago de sus salarios. Y De la Cruz terminó reconociendo que en su afán de mantener a flote el funcionamiento de la red ha tenido que retrasarse en el cumplimiento de las obligaciones laborales, aunque sostiene que no tiene deudas de más de tres meses.

En cualquier caso, este hospital, al cual se le construyó una nueva y moderna sede, parece una edificación fantasma. Así lo pudo constatar EL HERALDO en un recorrido realizado esta semana para dialogar con el sindicato que agrupa a los trabajadores de la ESE UNA, quienes manifestaron que hay algunos servicios que prácticamente no se están prestando, como ginecología y pediatría, y los pacientes que llegan se remiten a la sede de alta complejidad porque no hay suficiente personal para atender a los usuarios, a los pocos que aún llegan pues se ha corrido la voz de que no hay médicos y que “están atendiendo mal”.

Y vuelve y juega el círculo vicioso: no se factura lo necesario porque no hay venta de servicios y por tanto se recauda muy poco. Tanto que el propio director del Hospital Juan Domínguez Romero accedió a hablar con EL HERALDO y reconocer que han tenido que cerrar servicios por falta de personal –por impago, pero también por la seguridad en la zona– y que están operando al 50 por ciento de la capacidad. Confirmó que en diciembre se retiró un grupo importante de doctores y que hoy necesitan al menos ocho médicos generales para poder trabajar al 100 %.

La Superintendencia de Salud tiene listo el informe de la auditoría que realizó a la ESE UNA y justamente este jueves lo socializó con la Gobernación del Atlántico.

Todo pinta a que se abrirá la oportunidad a un plan de mejoramiento antes de una intervención del ente rector de la salud en el país. Se requerirá más que buenas intenciones, porque operar con deudas multiplicadas, pocos servicios que generen facturación y cinco contratos que se llevan la mayor parte del recaudo está agotando el poco oxígeno y dejando sin signos vitales a la ESE UNA, que nació mal y, salvo un milagro, puede acabar muy mal y recibir el certificado de defunción tras solo casi cuatro años de existencia.