Aquello de que las palabras se las lleva el viento cobra más vigencia que nunca en estos días en el caso del gobierno de Gustavo Petro, que lastimosamente no se cansa de producir frustración, decepción, amargura y todas las emociones negativas posibles en una juventud que confió a ojos cerrados en las promesas que hizo en campaña para conquistar el voto joven.

“La deuda del Icetex hay que condonarla... Lo que yo pienso hacer con el Icetex es condonar la deuda y llevar el Icetex hacia los créditos de estudio en el exterior”. Este fue el compromiso que una y otra vez expresó el hoy presidente en sus entrevistas y actividades proselitistas.

En estos tiempos de redes sociales y tecnología, afortunadamente, las palabras ya no se las lleva el viento, y con cada incumplimiento o paso fallido surgen las evidencias de las falacias o ineficacias del presidente Petro, o como se llame el político en cuestión.

Y aquí sí que entra otro adagio popular que le viene como anillo al dedo al jefe de Estado, a su ejecución y la de su gabinete: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Una cosa es cuestionar, criticar, fustigar y atacar, y otra muy distinta es ser el responsable de hacer. El ‘Gobierno del Cambio’ está pagando con creces y cual búmeran lo que tanto criticó frente a la falta de atención y oportunidades para los jóvenes y que usó como combustible para el estallido social que lo llevó a la Casa de Nariño.

Hoy, lo que el Ejecutivo hizo para aliviar las cargas de más de 180 mil estudiantes, entre 2023 y 2024, invirtiendo cerca de $438 mil millones para asumir parte de los puntos adicionales al IPC y subsidiar las tasas de interés de los créditos educativos que otorgó, se ha venido al traste.

El propio Icetex le comunicó esta semana a sus usuarios que ya no habrá más subsidios a las tasas, con lo cual unos 327 mil deudores tendrán que pagar cuotas más altas que podrán sufrir un incremento entre el 12,2 % y el 17,2 % efectivo anual.

¿En qué quedó el compromiso del presidente Petro? Reducido, como ya es habitual en el señor presidente, a echarle la culpa a otro, en este caso a la Corte Constitucional, a la que señaló de ser la responsable de “declarar inconstitucional la tasa de interés cero para créditos en el interés, que el Gobierno logró aprobar en el Congreso”.

Cosa que por cierto, le refutó la congresista Jennifer Pedraza –quien votó por el proyecto progresista–, argumentando que el artículo no fue propuesto por el Gobierno, sino por congresistas en el último debate y por eso se cayó por vicios de trámite, además de que el subsidio contemplado en esa reforma “se financiaba con recursos de universidades privadas, no del Gobierno”.

Pero más allá de ideologías y de asuntos políticos, que es el tema al que apelan siempre el Gobierno y el presidente, lo cierto es que el Icetex ni ha sido reformado ni fortalecido ni objeto de alguna decisión que contribuya a facilitar o ampliar las oportunidades para los jóvenes de acceder a la educación superior.

Ahora bien, en su afán de estatizar, el Ejecutivo no cesa en su actuar improvisado que lo ha llevado por una senda de tumbos en los que poco o nada ha hecho por resolver los problemas y principales necesidades de la gente, y la educación es una más, una muy importante, como lo son la seguridad y los servicios públicos otros aspectos en los que se raja este gobierno que –no le alegra al país, sino todo lo contrario, lo entristece– para infortunio de los ciudadanos no ha sido capaz de cumplir con sus planes de gobierno.

De hecho en el famoso consejo de ministros televisado, al que más rajó fue al de Educación. Y ahora, para colmo de males, le toca al Ejecutivo, por su pésimo manejo fiscal, ordenar que se elimine el subsidio a las tasas de interés de los créditos del Icetex. Imposible entender.

Mientras tanto, sin soluciones a la vista para los afligidos deudores del organismo crediticio del Estado, los problemas fiscales para el Gobierno crecen, recortando en los aspectos más sensibles, pero sin poner la tijera en la enorme burocracia que ha cultivado y que poco ha servido para cumplirle al país. Pero claro, siempre es más fácil decir: “No dejan gobernar”.