Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Barranquilla no es la ciudad más lent a del mundo para movilizarse, como aseguró la plataforma TomTom, luego de evaluar tiempos de viaje y niveles de congestión en 500 capitales de 62 países. La realidad es que el estudio, con evidentes sesgos –coinciden los expertos-, se cae por su propio peso, si se compara el tráfico vehicular local con el de urbes nacionales, como Bogotá, Cali y Medellín.

Ni qué decir de otras metrópolis, donde los habitantes soportan lo más parecido a una tortura diaria, además de ida y vuelta, por eternos trancones en las vías. Aclarado el asunto, no cabe la menor duda de que Barranquilla tiene un problema de movilidad que debe ser abordado como uno de nuestros grandes retos de ciudad para debatir y analizar la viabilidad de soluciones. Claro, de la mano de autoridades, expertos y de una ciudadanía participativa.

El actual retrato de Barranquilla nos muestra un aumento sostenido del tráfico, sobre todo en inmediaciones de frentes de obras de ampliación de vías y canalización de arroyos. Estos trancones puntuales, que no son pocos, sumados al incremento del parque automotor; a la falta de gestión de tráfico en puntos críticos aledaños a colegios, universidades, clínicas y centros comerciales; y a riesgos por ausencia de adecuada señalización reducen los tiempos de desplazamiento en los principales corredores urbanos que se hacen casi intransitables.

Capítulo aparte merecen conductores y motociclistas insolidarios que rayan en la patanería, los tan mentados ‘malparqueados’, que sin el menor sentido de pertenencia a la movilidad segura ni respeto alguno por los valores de la cultura ciudadana hacen lo que quieren, desatan el caos vial, trancones de kilómetros, y encima se enfurecen cuando les reclaman. Nada más cierto que el pito no empuja, pero bastante que perturba o desequilibra, a tal punto que en ocasiones el conflicto vial parece ineludible. No deberíamos, bajo ninguna circunstancia, permitir que esos comportamientos tan reprochables sigan haciendo carrera.

Más allá de los planes de choque para solventar congestiones temporales en determinadas zonas, reinventar la movilidad en la ciudad tiene que ser un objetivo más temprano que tarde. En ese sentido, el Área Metropolitana de Barranquilla levanta la mano para anunciar que evalúa técnicamente el pico y placa. No existe aún una propuesta definida ni concreta, pero la medida implementada en otras ciudades del país tiene pros y contras a considerar.

Lo primero es que como toda restricción vehicular limita la libertad de circulación de los ciudadanos para movilizarse en su carro particular, so pena de sanciones, en días o franjas horarias reglamentadas por la autoridad de tránsito. De carácter temporal e incluso en zonas definidas, como ocurre en la ciudad durante el montaje de palcos en la Vía 40, es ideal para regular u ordenar el tráfico. La complicación aparece cuando la medida se decreta permanentemente y quienes necesitan moverse deciden comprar un segundo automotor, quienes pueden, o una motocicleta, con lo cual no se reduce la congestión vial ni la contaminación. Y también es más que probable que incida en el aumento del mototaxismo.

Calcular el costo-beneficio de un pico y placa permanente para una ciudad donde los viajes en automóvil son entre el 20 % y el 25 % del total de desplazamientos, que en promedio oscilan entre 4 y 6 kilómetros, será determinante a la hora de decidir. También existen otros esquemas de gestión de tráfico para desincentivar el uso del carro particular menos prohibitivos como el cobro de estacionamiento en vía en ciertos horarios y zonas, a estudiar.

Se resuelva o no aplicar pico y placa para particulares en Barranquilla, la solución más idónea para garantizar desplazamientos fluidos en la ciudad y su área metropolitana, donde se concentra la movilidad laboral del Atlántico, pasa por la mejora del transporte público masivo, haciéndolo sostenible e inteligente y con extensión de horarios y cobertura. El progresivo arribo de 40 buses padrones para Transmetro que se irán integrando a su operación es un paso en la dirección correcta, al igual que la renovación integral de la flota, con 200 nuevos vehículos para sus 26 rutas, este mismo año, anunciada por el alcalde Char.

Reducir congestión, contaminación y promover el uso de modos alternativos de transporte exigen compromisos a todos: autoridades y actores viales. En particular, a los encargados del urbanismo que deben conciliar la construcción de complejos habitacionales con la ampliación de vías para evitar colapsos de tráfico. Sí, son muchos los retos por discutir, algunos con controversias, pero está claro que si no se avanza en ellos nos quedaremos bloqueados. Literal.