Terminó 2024 y Colombia, en especial la región Caribe, le cumplió a Gabriel García Márquez. Ese año será recordado como un tiempo memorable, en el que durante distintas fechas se exaltó con todos los merecimientos posibles, porque además los tiene de sobra, la prolífica obra de una de las figuras más extraordinarias de la literatura universal. El inolvidable hijo del telegrafista de Aracataca, la tierra caribeña que su portentosa genialidad transformó en el mítico Macondo, del que ahora hablan millones en el mundo allende nuestras fronteras.
En EL HERALDO, el primer periódico de Gabo –tal cual lo mencionó su hijo Gonzalo en un encuentro reciente con uno de nuestros periodistas–, encontramos el motivo perfecto para correr ríos de tinta en su honor, para conmemorar su inconmensurable legado como nunca antes.
2024 fue para nosotros el ‘Año de Gabo’, en particular a partir del 17 de abril cuando se cumplieron los primeros 10 años de su partida. En cualquier caso, más allá de todo el inagotable universo relacionado con su literatura, como el lanzamiento de En agosto nos vemos, su novela póstuma, el planeta entero fue testigo de cómo la magia se hizo realidad.
Fuera de las tramas hilvanadas por la mente o las recreadas por el pensamiento creativo, por fin fuimos capaces de ver –con nuestros ojos– cómo José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán atravesaron la ciénaga para encontrar el lugar que se le reveló al patriarca en los sueños: Macondo. Finalmente, contra todo pronóstico, lo que alguna vez se consideró un proyecto faraónico, quimérico o un arrebato insensato para generar dinero, se pudo hacer.
La tierra prometida imaginada por Gabito es de carne y hueso. Cien años de soledad dejó de ser un mito o una ficción en el papel para transformarse en una serie de televisión de primer nivel, como el cataquero y su obra cumbre merecían, una epopeya que en la actualidad los guardianes de la fe del realismo mágico y, en general, los admiradores de su magistral pluma le aplauden a la plataforma de streaming Netflix, que se le midió a la gesta.
Fueron años de desarrollo hasta que en el 2022 se dio la buena nueva del inicio de la producción. El secretismo fue su principal característica, si algo se filtraba las críticas podrían ser lapidarias. Muchas son las bondades de esta empresa quijotesca, pero quizás lo más notable es que se trata de una obra excelsa tallada con manos colombianas, con su talento, justo como García Márquez hubiera deseado: rodada en español y en su terruño.
Luego de saborear los ocho primeros episodios, de un total de 16, amantes de la novela, los siempre incrédulos y quienes alguna vez fantasearon con ver Macondo en la pantalla, quedaron absortos ante una serie que no busca ni intenta superar algo que es sacrosanto, sino que busca ensalzar lo que concibió Gabo. Sus planos, escenas, secuencias y la construcción de un universo narrativo inmejorable son una suerte de homenaje al Nobel de Aracataca.
El reto asumido por el argentino Alex García López y la paisa Laura Mora Ortega como directores y los más de 900 integrantes de la producción era descomunal, de manera que lo más lógico, si nos guiamos por las anteriores adaptaciones de obras de García Márquez, es que esta hubiera terminado en un fracaso, pero no fue así. El éxito es absoluto.
Y no solo por sus millones de visualizaciones en Colombia y a nivel global, también por lo que significó para miles de artesanos, músicos, diseñadores, orfebres y un sinfín de artistas que con su trabajo y otros aportes dinamizaron la economía nacional, gracias a la inversión de 50 millones de dólares. Cifra astronómica, la más grande en la historia de una producción audiovisual hecha en el país. Al fin y al cabo, hacer que la magia se haga real cuesta y mucho.
Válidas las críticas, la perfección no existe, algunos detalles pudieron manejarse mejor, pero eso no le resta majestuosidad a la bien contada historia de la estirpe de los Buendía, personificada por un puñado de actores a los que debemos aplaudir de pie. Indudablemente esta producción le ha hecho justicia a Gabo, que a tenor de sus sutilezas estará revolcándose en la tumba. Pero de puro gusto, de placer porque continúa estando más vigente que nunca.