“Que linda la fiesta es en un 8 de diciembre” inmortalizó con su voz la cantante Nury Borrás en la canción Las cuatro fiestas que magistralmente escribió el compositor barranquillero Adolfo Echeverría hace ya más de seis décadas, cuando en las calles de la Arenosa la Navidad olía a pólvora y lo usual era que “al sonar del traquitraqui” era sabroso amanecer.
La melodía resuena con el arribo de cada temporada decembrina y de inmediato la nostalgia de quienes crecieron escuchando la icónica canción evoca los recuerdos de la celebración de la primera de las cuatro fiestas y en esos recuerdos por supuesto no puede faltar la pólvora que en otros tiempos, aquellos en que no había mayor información y no trascendían tan rápidamente las noticias como hoy, se usaba sin pudor y probablemente con poca prevención y temor a los riesgos que implica manipularla.
Lo cierto es que usar elementos pirotécnicos es todo un riesgo que no vale la pena asumir. Para qué quemar nuestra Navidad y exponerse o exponer a la gente del entorno cercano a una aventura que puede terminar resultando fatal en el peor de los casos, o incapacitante de por vida por las mutilaciones y heridas que puede ocasionar.
Cada vez la gente es más consciente del peligro que representa la pólvora, o al menos así debiera serlo gracias a las intensas campañas educativas, de prevención y control que cada año despliegan las autoridades civiles y de policía. No obstante los reportes del Instituto Nacional de Salud indican otra realidad, una que se mantiene en un pico muy alto en todo el país y siempre en curva ascendente, al menos en el último lustro, con excepción del año de pandemia del covid-19.
En la temporada navideña de 2019-2020 en Colombia se reportaron 839 quemados; 2020-2021, 723; 2021-2022, 1.171, un incremento del 62 % con respecto al año anterior; 2022-2023, 1153; y en la última temporada de 2023-2024 la cifra llegó a 1.366 casos, para un incremento del 18,5 % en relación con la anterior. Y en apenas los primeros 5 días de diciembre de este año ya se han reportado 84 casos, 58 de ellos en el primer día del mes. ¡Qué barbaridad! Aún le restan 24 días al 2024 y las celebraciones de las siguientes dos fiestas a las que hace alusión el maestro Echeverría: Navidad y Año Nuevo. No sigamos alimentando los números del Sistema de Vigilancia en Salud Pública –Sivigila–.
Antioquia, Norte de Santander, Córdoba, Cali y Cauca van encabezando el triste y vergonzoso ranking de entidades territoriales con más quemados en esta primera semana de la temporada navideña. Y lo que muestran las estadísticas, analizando las de 2023-2024, es que de los 1366 quemados 432 fueron menores de 18 años y 39 de ellos resultaron lesionados bajo la supervisión de un adulto en estado de embriaguez. De la misma manera resultaron afectados 934 adultos, de los cuales 376 estaban bajo los efectos del alcohol.
Y otro dato también muy revelador, en el 70 % de los casos la persona quemada estaba manipulando la pólvora, pero el 21 %, una cifra bastante significativa, solo estaba observando
Con lo cual, en un simple análisis y teniendo en cuenta las recomendaciones que entregan las autoridades de salud del país, el mensaje no puede ser más claro: celebre las fiestas de Navidad sin pólvora. Es todo. No exponga su vida y las de otros, y mucho menos si son sus hijos, sobrinos o menores de edad de su familia, tampoco a sus vecinos.
La pólvora solo debe ser manipulada por personas expertas y en sitios dispuestos o controlados para su exhibición. Se puede celebrar compartiendo en familia, encendiendo las tradicionales velitas, eso sí, también con mucha precaución. Si va a ingerir licor, no se exceda y cómprelo en sitios autorizados y reconocidos, porque el licor adulterado es otra de las grandes preocupaciones y motivos de alerta en esta época decembrina.
La Navidad 2023-2024 en el Atlántico dejó 40 personas quemadas con pólvora, incluyendo Barranquilla, y en este inicio de la temporada ya van 2 casos.
Aunque no aparece entre los primeros entes territoriales con más reportes, sí ha venido aumentando la cifra, lo que evidencia el desprecio de los ciudadanos a las recomendaciones y restricciones de las autoridades, cuyo único propósito es evitar tragedias y daños irreparables a la integridad de las personas, especialmente de los menores de edad, todo por la irresponsabilidad de mantener una tradición que no puede ni debe continuar vigente y que debe desaparecer de los rituales y costumbres de la temporada navideña.