Los últimos días ha llovido con tanta fuerza en Barranquilla y municipios del área metropolitana que algunas de sus vías no han dado abasto para drenar el volumen récord de agua que ha caído en cuestión de horas. De repente, estrenamos nuevos arroyos que nunca antes habían aparecido.
En algunos casos, los intensos aguaceros se asocian con el paso de formaciones ciclónicas que han incidido sobre las condiciones océano-atmosféricas de la región Caribe, en un año marcado por una temporada de huracanes especialmente activa. Sin embargo, en líneas generales el Ideam confirma que precipitaciones tan abundantes como las de esta semana obedecen al inicio de la segunda temporada invernal que se extenderá hasta noviembre, según el pronóstico.
De hecho, datos oficiales del Distrito confirmaron que el aguacero del martes 8 de octubre acumuló 68,6 milímetros de agua, convirtiéndose en el más torrencial que ha caído en todo el año. Ninguna duda. Bastaba ver cómo vehículos, desde buses de servicio público hasta camionetas pequeñas, quedaban atrapados en tramos de la Vía 40 convertidos en piscinas, en particular a la altura de la calle 72, cuando no eran taxis los que perdían parte de su carrocería o incluso neumáticos en malogrados intentos de proseguir su marcha en la Venecia barranquillera.
Ahora que el Distrito anunció la adjudicación por $117 mil millones de las obras de canalización del arroyo de la calle 85, uno de los grandes dolores de cabeza del momento, sobre todo en su intersección con la carrera 51B, también en inmediaciones de la carrera 50 y de la 51 con calle 84, no está de más recordar que la prudencia hace verdaderos sabios, cuando llueve en Barranquilla.
También en Villa Campestre, en Puerto Colombia, donde se hace imposible circular por sus vías más importantes, durante y después de los aguaceros, porque quedan hechas unas inmensas pozas, debido a la ausencia de suficientes canales de desagüe o de un adecuado sistema de drenaje. Y en algunos tramos en los que sí existen, nadie se ocupa de garantizar su mantenimiento. No hay derecho que las autoridades del municipio, las actuales y las anteriores, porque este no es un problema nuevo, miren para otro lado cuando la ciudadanía la pasa realmente mal por tener que usar vías que dan pena ajena, al estar repletas de huecos y baches.
Mismo malestar, misma indignación, pero al otro lado, puntualmente en Soledad, donde el vergonzoso estado de un tramo de la Circunvalar, entre la Murillo y la calle 30, rebautizado por EL HERALDO como lo que es, una trocha espantosa, causa estupor. Ya era un desastre desde hace tiempo, pero ahora las lluvias aceleraron el deterioro de lo que quedaba del asfalto, en el que se encuentran por doquier cráteres cubiertos con agua, escombros y residuos.
Todo un monumento al desgreño administrativo que afecta, principalmente, a los habitantes y comerciantes del sector, que se declaran hartos de exigir soluciones, como también lo están los transportadores de servicio público que desesperados ante tanta negligencia decidieron desviar las rutas de los buses para evitar nuevos daños en los automotores. Ni hablar del gremio de taxistas que con sobrada razón dice: “no, por allá no voy”, mientras que las motos circulan por los andenes. ¿Otra vía sin doliente en la que unos y otros se tiran la pelota? ¿Es o no de Soledad? Al menos, la Alcaldía del municipio anuncia que el puente de la calle 30 y el acceso por el tramo de Tauro quedarían habilitados desde la próxima semana, tras meses de obras. ¡A cruzar dedos!
¿Seguirá lloviendo? De eso no cabe duda. ¿Tan fuerte como estos días? Probablemente. En consecuencia, conviene estar preparados para proceder de forma responsable ante eventuales riesgos, sobre todo en las vías. No está de más insistir en que el arroyo no es un juego, ni tampoco un depósito de basura. Arrojar residuos a las calles cuando llueve no solo es un acto profundamente incívico, también es un tiro al aire, porque esos desechos obstruyen las rejillas de canalización, provocan taponamientos o represamientos y causan el desbordamiento de arroyos.
Autoridades distritales, también municipales, con la Triple A, entre otras entidades, deben articular de forma más diligente sus labores preventivas, planes de choque e intervenciones. Llegar tarde no es llegar. Mientras, para ganar tiempo, trabajen en el diseño de las soluciones definitivas a problemáticas relacionadas con el invierno que nos amarran a tiempos pasados. Asumamos nuestras responsabilidades, individuales y colectivas, para que dejemos de una vez por todas de endilgar nuestras culpas a los otros. Y exijamos a los cargos públicos máxima eficacia.