Si nada excepcional ocurre, tal como la inercia de las circunstancias nos ha mostrado en los últimos años, el proyecto de construcción de los viaductos en la vía Ciénaga-Barranquilla seguirá engavetado en un cajón de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) otros 10 meses. Lo confirma su director, Rodrigo Negrete, quien le dijo a EL HERALDO que ese fue el plazo solicitado por el Instituto Nacional de Vías (Invías) para aportar información adicional sobre el impacto ambiental de la obra en la zona, requerida recientemente por la autoridad. Esta estima insuficientes los datos hasta ahora recabados para preservar la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Sin esas referencias técnicas complementarias, que deben ser soportadas en estudios de entidades acreditadas, ahora en elaboración, la Anla no podrá culminar la evaluación de la licencia ambiental de los viaductos ni tampoco dará luz verde al inicio de las obras. De manera que, para no alargar más el cuento, los términos legales del proceso se encuentran suspendidos. Este desafortunado como inesperado retraso, consecuencia de la habitual desconexión entre organismos estatales, se suma a la cadena de reveses que ha paralizado el proyecto adjudicado en marzo de 2022, durante el anterior gobierno, y añade más frustración e incertidumbre a la urgencia de ponerlo en marcha. Parece que los centros de gravedad del Ejecutivo en la fría Bogotá olvidaran que se trata de un corredor vial estratégico en términos logísticos y de movilidad para la economía del Caribe por el que circulan a diario unos 13 mil vehículos, que conecta los puertos de Barranquilla y Santa Marta, y comunica a la región con el oriente y centro del país. Casi nada.
Aún más relevante por su impacto ambiental es que de la ejecución de la obra depende la solución definitiva al recurrente problema de la erosión costera, en particular en los kilómetros 19, 28 y 56, donde se construirían los viaductos adjudicados por Invías por $700 mil millones. Otro asunto literalmente estancado por la falta de decisiones oportunas es la intervención para asegurar la entrada de más agua dulce al ecosistema de mangles afectado por la salinidad marina.
Claro que lo más insólito de esta historia inconclusa, o ¿valdría decir fallida?, nos muestra que luego de que el mar se tragara miles de millones de pesos invertidos durante años en obras de protección, de reforzamiento o en los enrocados multicapas, con las que en vano trataron de contener la descomunal fuerza de las olas, todo ha empeorado. Cada día que pasa, como lo documentó hace unos días EL HERALDO, el deterioro de los sectores críticos es más evidente, a tal punto que los conductores consideran peligroso transitar por el corredor, sobre todo cuando llueve y en las horas pico por el temor a la pérdida de la banca que los expone a un siniestro vial.
Esos mismos transportadores son los que se ilusionaron con la doble calzada de 54 kilómetros por el corredor vial, un proyecto de inversión privada, por $2,5 billones, firmado con la Gobernación del Magdalena, al que por cierto no se le ha solicitado licencia ambiental, indica el director de la Anla, de manera que están quietos, no pueden actuar. Cabría suponer que si se requiere, no queda claro, usarían el mismo insumo de medición de impacto ambiental que el elaborado para los viaductos, con sus modelaciones actualizadas con estricto rigor técnico. Inquieta eso sí que justo cuando Invías confirma que la variante de Ciénaga, único proyecto que avanza en el corredor vial, estaría terminado en el primer trimestre de 2025, el director de la Anla hable de una “complejidad” no resuelta en los 300 metros finales de los cuatro kilómetros de doble calzada en construcción. Pensar en una dilación adicional en ese punto resulta disparatado.
Sustentado sus argumentos, la Anla señala que no es por capricho que demore sus decisiones de licenciamiento ambiental, sino por responsabilidad. Válido. Tampoco es capricho insistir en que si no se aceleran resoluciones que autoricen realizar las obras en la vía Ciénaga-Barranquilla se corre el riesgo de que esta se cierre o colapse ante la gravedad de la imparable erosión costera. Basta ir y echar un vistazo. Ha sido una incoherencia inexcusable que las iniciativas no se ejecutaran en los tiempos señalados ni de forma simultánea. Solo cabe rectificar, apostando por licencias parciales que faciliten concretar proyectos tan necesarios que no admiten más retrasos.