La paradoja del gas en Colombia se expresa en la existencia de reservas sin explorar ni producir, casi todas en proyectos ubicados en la región Caribe y en el piedemonte llanero, mientras se escuchan algunas voces que alertan sobre un eventual déficit del energético a partir de 2025.

Si bien es cierto que podríamos vernos abocados a un riesgo de faltantes, como señaló el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, también lo es que en manos de la estatal petrolera y del Gobierno nacional, en cabeza del Ministerio de Minas y Energía, está la llave para abrir la puerta que haga viable o materialice lo antes posible la mayor cantidad de descubrimientos que garanticen la seguridad y soberanía energética del país.

Extender la autosuficiencia del gas natural local para abastecer la creciente demanda no térmica, es decir, aquella que se destina a satisfacer las necesidades diarias de 36 millones de personas en sus hogares, de la industria, del comercio y de los automotores que se mueven con él, fue uno de los llamados más insistentes de los actores del sector reunidos esta semana en el congreso de Naturgas, en Cartagena.

La actual coyuntura, que también podría verse como una oportunidad y así lo debería entender el Ejecutivo, lo convoca a trabajar con las empresas de esta industria de manera articulada, pero sobre todo oportuna, para garantizarle a los colombianos suministro de gas, con absoluta confiabilidad en la prestación del servicio –como hasta ahora-, mientras aceleran el desarrollo de la transición energética que lo sitúa como uno de sus insumos determinantes.

Con nuestro potencial –estamos hablando de 13 descubrimientos de gas en los dos últimos años- haría falta, en todo caso, que la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg) y la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) tomaran cuanto antes decisiones regulatorias y ambientales pendientes para, por un lado, darle prioridad a la exploración y producción de pozos en Córdoba, Sucre, Magdalena, Atlántico o Arauca, entre otros territorios, en áreas continentales y de costa afuera. En tanto avalan otros proyectos estratégicos para ampliar capacidad de transporte del gasoducto Barranquilla – Ballena o construir infraestructura de transporte para hallazgos off shore en el mar Caribe.

Y, por otro, resulta esencial que los ministerios de Minas y del Interior acompañen los esfuerzos de las empresas de la industria del gas y, en general, del sector energético para sacar adelante procesos de consulta previa con las comunidades o coadyuven a mitigar escenarios de conflictividad social que muchas veces por desconocimiento, falta de canales de comunicación, cuando no instrumentalización de grupos poblacionales, originan que importantes iniciativas de energías renovables se estanquen e, incluso corran el riesgo de verse paralizadas por completo.

Eso es lo peor que nos podría suceder en un momento tan complejo como el que atravesamos, en el que la estrechez entre la oferta y la creciente demanda exige un compromiso renovado de los agentes del sector energético, pero también del Gobierno para no seguir encallando en la transición hacia las renovables. En ese contexto, la planificación de la demanda y la gradualidad para reemplazar los combustibles fósiles por la energía fotovoltaica, eólica o los biocombustibles aparecen como ejes fundamentales de una hoja de ruta que nos hará avanzar, siempre y cuando estemos articulados como nación. El resto es pura retórica cargada de buenas intenciones.

Nadie duda que la transición energética, un camino sin vuelta atrás en el que el sector del gas es protagonista por su capacidad instalada y fuentes por habilitar, debe asumirse como un propósito común, eso sí con realismo, orden y responsabilidad, para realmente saber aprovechar el incontestable potencial que tenemos, en particular en la región Caribe. La posibilidad de importar gas de Venezuela tendrá que materializarse con viabilidad operativa, económica y, sobre todo, jurídica, lo que por el momento no parece claro, porque depende de Estados Unidos.

Ecopetrol abre nuevos frentes de exploración y comercialización en el caso del gas y tras recibir un enérgico llamado del presidente Petro agilizaría la producción de hidrógeno verde, pero está claro que no podrá liderar en solitario la descarbonización. La razón es simple: tiene otros frentes que atender y no conviene improvisar, teniendo en cuenta lo mucho que está en juego. Son billones de pesos en dividendos, regalías e impuestos de los que no pueden prescindir las finanzas de la nación. Tremendo desafío. En definitiva, la transición energética -sin sacrificar soberanía ni seguridad- nos necesita a todos, remando hacia un mismo lado sin dejar a nadie por fuera. Todos suman en un proceso, en el que la complementariedad, en todo sentido, se hace indispensable.