Barranquilla no sería lo que es en la actualidad si no fuera por el esfuerzo de tantos ciudadanos anónimos que de manera desinteresada ejercieron un liderazgo ejemplar que los convirtió en la piedra angular de sus comunidades, barrios u organizaciones. Muchos de ellos, seguramente sin saberlo, valiéndose de sus fortalezas, capacidades o talentos cambiaron historias, transformaron su entorno e impulsaron el progreso y desarrollo de personas, grupos o entidades que aún atesoran su legado. Nos enseñaron a militar en la esperanza para superar las adversidades.
La sabiduría, nobleza y coraje de seres notables, la gran mayoría nacidos aquí en la tierra del jubiloso porvenir crisol, otros procedentes de latitudes distantes, pero indudablemente barranquilleros por adopción o por puro sentimiento, señalaron un camino del que no debemos apartarnos. Su audacia para innovar, avanzar y anticiparse a su tiempo, también para lidiar con situaciones de inestabilidad e incertidumbre ha sido inspiración para generaciones. Eran otras épocas, cierto, en las que la autenticidad u originalidad demostrada con su servicio no era compensada con likes ni nada que se le parezca –tampoco lo buscaban-, sino que se hacía a través de expresiones de gratitud sincera de quienes habían depositado en ellos su confianza y anhelos.
En el aniversario de nuestra querida Barranquilla, el 211 de su fascinante mito fundacional, reconocemos el valor de ese pasado que cimentó buena parte de los principios que ahora nos unen. Lo hacemos para aproximarnos con visión de futuro a los nuevos liderazgos en los que distinguimos a personas increíbles, que al margen de su edad, situación socioeconómica, condición de discapacidad o actividad profesional, nos insuflan optimismo e ilusión y renuevan las fuerzas de una sociedad golpeada a diario, ¡quién dijo miedo!, por asfixiantes realidades que se resisten a abandonarnos, pese a todo, y frente a las cuales no deberíamos ceder ni rendirnos.
A diario en EL HERALDO pasamos el filtro por muchas de ellas, la desigualdad social, la inequidad de género, la inseguridad alimentaria, el agobio por las violencias, las bregas por defender la identidad cultural o la apropiación del arte como signo de pertenencia en sectores vulnerables. Sabemos de lo que hablamos, también lo tienen claro los protagonistas de las historias que compartimos con ustedes en esta singular jornada, que encontrarán tanto en la edición impresa como en la digital. Son liderazgos de un valor incalculable, humildes, sin ambición de poder ni pretensiones autoritarias o caprichosas, que transmiten enorme empatía. ¡Nos llenan de orgullo!
Quien es capaz de poner a los demás en el centro mismo de su corazón es un verdadero líder que asume lo que hace con sencillez, convicción y persistencia. Faros de grandeza y dignidad moral que orientan con una ejemplar entrega. Sin capa ni espada, alentados por la bondad, generosidad o su propia intuición, estos héroes espontáneos que caminan por las calles de Barranquilla también nos enseñan que las dificultades u obstáculos de las que nunca escapan en su camino, como su experiencia lo atestigua, pueden ser resolubles con paciencia, respeto, entereza y dosis de valor. Una senda virtuosa que abona cualquier terreno para asegurar convivencia armoniosa.
En una época tan convulsa como la actual en la que nos quejamos, y con razón, de ausencia de liderazgos políticos que cohesionen, que actúen con responsabilidad, sin culpar a los demás de sus fracasos ni victimizarse, capaces de solventar sus equivocaciones asumiéndolas con sentido de urgencia y, sobre todo, con sensatez para saber rectificar a tiempo, en EL HERALDO ponemos en valor a nuestros líderes locales: mujeres y hombres que con su quehacer estoico nos ofrecen lecciones de resiliencia, trabajo duro y vocación de servicio. Es mucho lo que podemos aprender de estas personas determinadas a transformar realidades o remediar las miserias con las que se topan a diario, mientras nos confirman que todos podemos o estamos destinados a ser líderes.
Basta que lo entendamos así para sumarnos a esta poderosa legión de gente bacana, buena, echada pa’lante, berraca, que edifica ciudad, construye tejido social, defiende sus principios, valores e ideas, reparte afecto y se deja la piel -si hace falta- para hacer de Barranquilla un territorio con visión de futuro posible, perdurable, que mejore la vida de sus habitantes. ¡Gracias, muchas gracias por permitirnos contar sus historias! Son ustedes el motivo para celebrar con emoción este aniversario en el que renovamos nuestra confianza en la Barranquilla procera e inmortal.