El crimen de un hombre y de su bebé, de tan solo 18 meses de edad, durante la noche del martes en un parque del municipio de Malambo, corroboró lo que ha sido evidente en el arranque de 2024 en el Atlántico. Los asesinatos selectivos derivados de ajustes de cuentas o de encarnizadas disputas por el control criminal de las economías ilegales no solo se han exacerbado en el departamento, también la crueldad mostrada por sus perpetradores alcanza grados intolerables.

El desmembramiento de un joven, arrojado luego al río Magdalena, los numerosos casos de sicariato registrados en sectores de Barranquilla, Soledad, Malambo, Galapa y Puerto Colombia o el asesinato de cuatro mujeres en esas mismas jurisdicciones, además de Sabanagrande, en apenas 15 días, revelan el desafiante panorama de violencia e inseguridad urbana, convertido, de lejos, en la principal preocupación de los recién posesionados gobernantes de los territorios.

También la comparten ciudadanos, cada día más fastidiados por el acoso de una criminalidad voraz que no ha podido ser con tenida en años, pese a la puesta en marcha de estrategias, acciones o medidas que, al final, terminan encallando por falta de una adecuada articulación entre los niveles local, departamental y nacional.

Que no quepa la menor duda: afrontamos una realidad sobrediagnosticada que, como sus protagonistas, ha venido expandiéndose, cuando no reconfigurándose, de acuerdo con las dinámicas propias de las estructuras del crimen organizado: ‘Los Costeños’, ‘Los Pepes’, ‘Los Rastrojos-Costeños’ y sus muchas ramificaciones en grupos de delincuencia común. Hoy, enemigos acérrimos; en el pasado, aliados incondicionales.

Los 769 crímenes contabilizados en el Atlántico en 2023, 42 más que un año atrás, más la racha de ataques armados, extorsiones y otros hechos violentos de las últimas dos semanas nos sitúan en un abrumador punto de inflexión que demanda un cambio de escenario. Esta expresión usada por el mismo director general de la Policía, general William Salamanca, en su diálogo exclusivo con EL HERALDO, bien retrata la urgencia de implementar soluciones reales por el bien colectivo.

Para mañana es tarde. El arribo a Barranquilla de 1.760 uniformados en los próximos días, que blindarán la ciudad, en especial durante el Carnaval, entre ellos un grupo de inteligencia destinado a fortalecer las labores de investigación judicial de la institución y la Fiscalía, redoblará las capacidades de la Policía Metropolitana.

Otros 500 agentes se sumarán a las tareas de vigilancia en municipios del resto del departamento. En total, Atlántico contará con un pie de fuerza inédito de 9.200 policías para encarar un momento crítico por la arremetida criminal, pero también de una enorme afluencia de visitantes nacionales y extranjeros por las carnestolendas.

Tanto la voluntad como el interés expresados por el general Salamanca para enfrentar la escalada violenta en el departamento, en particular en Barranquilla y su área metropolitana, son cruciales en el propósito de darle un rumbo distinto a la actual crisis. Su visita sorpresa a la ciudad para sostener una cumbre extraordinaria de seguridad con sus directores operativos: Inteligencia, Gaula, Dijín, Antinarcóticos, Carabineros, Protección, entre otros, dista de la rogadera a la que se debía acudir para que los altos mandos de la Fuerza Pública asumieran su responsabilidad compartida con la seguridad departamental. Claro que ahora viene lo más retador: desentrañar las complejidades de la criminalidad local para saber cómo y dónde focalizar los esfuerzos de las distintas especialidades en el objetivo de conseguir resultados concretos, ojalá lo antes posible.

No hay vuelta atrás. Como lo confirmó el alcalde Alejandro Char, al término de una reunión clave con el cuerpo de oficiales, que ultima bajo su orientación la estrategia definitiva contra la extorsión y demás manifestaciones criminales, la ciudad, como el resto del área metropolitana, pondrá en marcha una ofensiva sin precedentes contra las organizaciones ilegales, que no solo supondrá un cambio en el accionar conjunto de las instituciones para dejar atrás errores acumulados, sino que sentará las bases de un plan contundente que se ejecutará en todo el país. Sin duda, es una oportunidad que no podemos perder, todos a empujar en una misma dirección.