Atlántico es mucho más que Barranquilla y su área metropolitana. Históricamente, los habitantes de cada uno de los 22 municipios del departamento, en los que viven 1,3 millones de personas, han trabajado duro para potenciar su desarrollo socioeconómico, ligado casi siempre a su ubicación geográfica, como en el caso de los operadores turísticos de la franja costera, las comunidades agropecuarias del sur o los operarios de industrias en Soledad, Malambo y Galapa.

Pese a ello, aún afrontan irresolubles brechas de inequidad entre sus mismos ciudadanos, sobre todo entre zonas urbanas y rurales o con el resto de la región, que demandan y, con razón, más y mejores oportunidades de inclusión social y productiva. Sin duda, es un asunto de justicia social.

Para estos territorios se abre un esperanzador tiempo. Sus nuevos gobernantes, entre ellos seis solventes mujeres, se declaran listos para trabajar por el bienestar integral de sus coterráneos tras asumir sus cargos. Con ellos hemos conversado durante los últimos días en EL HERALDO para conocer su diagnóstico preciso sobre el estado en el que reciben sus municipios y los retos que tienen por delante. Más allá de los proyectos puntuales que comprometieron en la campaña, buena parte de ellos vinculados con el fortalecimiento del turismo, la educación, la agroindustria o la seguridad, los mandatarios reivindican la necesidad de transformar sus territorios en serio.

Esta no es solo una aspiración legítima que bien habla de su empeño para darles un nuevo rumbo a sus municipios, también resulta una exigencia ineludible, a tenor de sus índices de pobreza, desigualdad o de necesidades básicas insatisfechas persistentes en zonas en particular de la ruralidad. Ciertamente, en los últimos años ha habido avances tan importantes como innegables en temas de suministro de agua potable, saneamiento básico, prestación de servicios de salud, educación o en reactivación socioeconómica pospandemia, entre otras situaciones apremiantes.

Acciones imprescindibles, de acuerdo, pero no suficientes del todo para que habitantes de los territorios más rezagados del Atlántico dieran el salto definitivo hacia una mejor calidad de vida, movilidad social, crecimiento económico, generación de empleo o de emprendimientos sostenibles. Algunas bases han sido ancladas y ahora corresponde a los 22 alcaldes, con el liderazgo, capacidad y solvencia técnica del gobernador Eduardo Verano, seguir edificando lo que es una compleja obra de ingeniería socioeconómica, ordenando sus finanzas públicas y encontrando en el nivel central mecanismos institucionales para hacer las inversiones necesarias.

En época de escasez, y esta claramente lo es, se debe procurar un manejo estratégico, casi que creativo, de los recursos para obtener crecimiento sostenido e inclusión social. Identificar prioridades, diversificar la actividad productiva, establecer alianzas entre sectores e incorporar buenas prácticas que garanticen transparencia en sus actuaciones son medidas que pondrán a prueba sus políticas públicas o programas de gobierno. En este contexto, hay que reconocer que los alcaldes, como nos lo expresaron en detalle, tienen bastante claros los pasos que esperan dar.

En Soledad, Alcira Sandoval apostará por su saneamiento fiscal; en Malambo, Yennis Orozco reconoce que deberá poner la casa en orden; en Santo Tomás, Paula Hun confía en lograr un equilibrio entre infraestructura y lo social; en Campo de la Cruz, la prioridad de Vanessa Torres será seguridad y educación; en Suan, Karolay Calvo trabajará por agua 24/7 para todos; en Manatí, Yaneris Acuña se volcará al campo para mejorar sus condiciones; en Puerto Colombia, Plinio Cedeño aspira a hacer de su territorio el más educado y seguro del departamento; en Galapa, Fabián Bonett se enfocará en más y mejor salud; en Usiacurí, Julio Calderón impulsará turismo e infraestructura escolar; en Repelón, Jorge Reales se centrará en extender la despensa agrícola del Atlántico; en Juan de Acosta, Carlos Higgins se la jugará por el ecoturismo; en Piojó, Fernando Tejera se dedicará a rehabilitar al municipio tras el invierno; en Santa Lucía, Edwar Ecker lo resume en que sin campo no hay ciudad; en Sabanalarga, José Chams trabajará por la renovación urbana; en Baranoa, Edinson Palma hará de la educación su bandera; en Polonuevo, Oscar Avilez buscará atraer inversión; en Ponedera, Aristarco Romero procurará su transformación social; en Palmar de Varela, José Rúa proyecta pavimentación 100 %; en Sabanagrande, Darwin Rosales se focalizará en ampliar cobertura de salud; en Candelaria, Jaider Orozco combatirá microtráfico y abigeato y en Tubará, Natking Coll dará un nuevo aire al turismo.

Cuenten con nosotros, al fin y al cabo, el Atlántico somos todos y desde esta tribuna estaremos dispuestos a acompañarlos, así como a hacer veeduría de su labor, como los mismos ciudadanos.