Hoy no es un domingo cualquiera en Barranquilla. Al ambiente relajado y motivante que se suele vivir en diciembre en la ciudad, se le suma una felicidad inigualable que se nota en el rostro de una buena cantidad de curramberos: Junior disputa la final de la Liga II 2023.
Después de vencer con nitidez al Deportes Tolima, por marcador de 4-2, el miércoles pasado en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, en la última fecha del cuadrangular semifinal A, el cuadro rojiblanco se clasificó a la instancia decisiva de la competencia y peleará por el título frente al Deportivo Independiente Medellín, con el cual ya ha dirimido tres trofeos en duelos directos. Los ‘Tiburones’ ganaron dos (la Copa Colombia 2017 y la Liga II 2018), mientras ‘los Rojos’ de Antioquia conquistaron uno (Liga I 2016).
La ciudad se vestirá de rojiblanco para afrontar el primer ‘round’ de esta cuarta final entre ambos equipos. El segundo choque será el miércoles en el estadio Atanasio Girardot, a las 8 p.m.
Desde tempranas horas se sentirá lo que significa Junior para la capital del Atlántico y todo el Caribe. Es toda una región la que late por este club que fue fundado el 7 de agosto de 1924 por una dama barranquillera, Micaela Lavalle, la misma que algunos hinchas recuerdan y destacan con gratitud en una valla que cuelgan en el estadio en cada partido: ‘Micaela, gracias por este amor tan insoportable’.
Sí, una mujer es la madre que dio a luz a ‘Tu papá’, que luego llegó al profesionalismo y se hizo grande de verdad a través del empuje de un grupo de empresarios barranquilleros entre quienes figuraban Alberto Mario Pumarejo (q.e.p.d.), quien convenció en 1972 a Fuad Char Abdala de no dejarlo desaparecer. Desde entonces, hasta estos días, el equipo ha ido creciendo y sumando logros, en medio de virtudes y errores, de la mano de la familia Char.
La pasión por este equipo es legendaria y se transmite de generación en generación. Su llama es enorme y difícil de apagar. ‘La querida de la ciudad’, como la calificó el escritor y periodista barranquillero Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972), enamora a gente de todos los estratos, razas y edades. Abraza al empresario con el vendedor informal, al veterano con el joven.
Solo Junior y el Carnaval logran estrechar todos los lazos posibles en este terruño. Así se debe conservar la pasión en el partido de hoy, como parte de nuestra cultura Caribe y como una muestra de sentido de pertenencia, sin excesos, sin permitir que se desborde y se deforme en episodios lamentables como los que hemos visto recientemente en otras plazas del país con la hinchada de Atlético Nacional (en Envigado) y la fanaticada del Deportivo Cali (en la capital del Valle).
Junior nunca debe caminar solo. Con el aliento y respaldo de su afición se hace mucho más fuerte e intimidante para sus adversarios. Pero en el ‘Metro’ solo deben pulular recuerdos gratos, épicos y alegres. Nada calamitoso o desagradable. La emoción no puede superar a la razón. En el fútbol se puede ganar, empatar o perder, lo que no hay que perder es la cabeza.
Pase lo que pase en el terreno de juego, la vida sigue. No es el fin del mundo. “El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”, dijo con acierto el entrenador itaiano Arrigo Sacchi.
Las finales son momentos deportivos sublimes que hay que disfrutar al máximo. Tome la bandera de Junior, póngase la camiseta, píntese la cara, grite a todo pulmón, cante, festeje, brinque, aplauda, baile, goce y apoye con perseverancia, pero con tolerancia y respeto por lo demás. Sin lanzar guijarros a la cancha, sin poner en riesgo la integridad física de nadie en la gradería o en el campo, sin dar mal ejemplo a los niños que están viviendo sus primeras experiencias futboleras y van a imitar lo que vean de los adultos.
Las autoridades también tienen que sacar a flote la mejor actitud y guiar con paciencia, amabilidad y acierto. Todos deben poner de su parte en este evento que concita tanta atención y efervescencia.
¡Hay que vivir esta fiesta del fútbol unidos y en completa paz!