El frenazo de la economía colombiana en el tercer trimestre del año ha resultado más fuerte de lo esperado. Luego de meses consecutivos de desaceleración en los que los síntomas de agotamiento económico se hacían cada vez más evidentes corroborando la tendencia, el Producto Interno Bruto (PIB) cayó en terreno negativo. Sin duda, se trata de una situación inesperada que a lo largo de este siglo solo se había registrado en el momento más álgido de la pandemia en 2020. No extraña que analistas nos sitúen próximos a una eventual recesión técnica.

El decrecimiento de la economía fue de 0,3 %, comparado con el mismo trimestre de 2022, cuando se situó en 7,4 %, de acuerdo con lo revelado este miércoles por el Dane. Tres sectores productivos considerados cruciales a la hora de jalonar la economía nacional arrastran las caídas más pronunciadas durante este lapso: construcción (-8,0 %), las industrias manufactureras (-6,2 %) y el comercio (–3,5 %). Por distintas razones, como la baja demanda, el desplome de la inversión, las elevadas tasas de interés, la desconfianza e incertidumbre regulatoria, o los efectos de la tributaria, estas actividades no solo no levantan cabeza, sino que el panorama que mostraron sus datos más recientes certifica que su tendencia es a agravarse en el corto plazo.

Solo en el caso de la construcción, las ventas de viviendas VIS y no VIS acumulan 16 meses en números rojos. En este 2023, la caída ha sido de 46,7 %. O lo que es lo mismo: son 97 mil viviendas menos comercializadas que equivalen a unos $18 billones que dejaron de invertir los constructores y los hogares. Otra señal alarmante es la del sector de la producción manufacturera, el verdadero motor del crecimiento económico del país. De sus 39 actividades, 31 registraron variaciones negativas, como la fabricación de vehículos automotores y la de confección de prendas de vestir. En total son siete meses a la baja que confirman una mala racha.

Si estas cifras demostrativas del estancamiento de la economía, con sectores en evidente contracción que podrían frenar en seco la reducción del desempleo y, por ende, la generación de ingresos para los hogares, no convencen al presidente Petro y a su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, de que es urgente reforzar medidas de reactivación y recuperación de corte anticíclico para reencauzar el camino, ¿qué más podría hacerlo? No deberían tentar mucho más a la suerte.

Con una tasa de crecimiento pírrica que en la suma del año no superaría el 1 %, la caída estrepitosa de la inversión que sigue sin tocar fondo más los riesgos anticipados por los efectos aún impredecibles del fenómeno de El Niño, que recrudecerían inflación y crisis energética, al Gobierno del Cambio le costará encontrar por sí mismo la manera de enfrentar un escenario económico complejo, por no decir malo, que en los próximos meses podría ser aún más retador.

Con indicadores tan negativos que lo convocan a superar su inacción sin dilaciones, el Ejecutivo tendría que esforzarse mucho más para ejecutar de forma eficiente los recursos del presupuesto general de la nación destinados a la inversión pública que, a punto de finalizar el año, continúan rezagados, según alerta de la Contraloría General. Circunstancia paradójica bajo el actual comportamiento de la economía que, además, deja mucho que desear frente al liderazgo requerido a la hora de afrontar tiempos de máxima incertidumbre como los que corren. Este es uno de los “caminos inmediatos” que el presidente plantea para solventar los números rojos.

El otro, dice, es bajar las tasas de interés. Le mete presión al Banco de la República que ha enfriado la economía para mantener a raya la inflación. Si bien es cierto que se está controlando, aún se mantiene alta, el costo de vida lo refleja. La regla fiscal también parece estar en su radar. Cuidado.

Ha llegado, pues, el momento de tomar decisiones para revertir una difícil coyuntura que no da espera. Con pragmatismo, el presidente Petro y su equipo económico deben entender que solos no van a poder: necesitan del sector privado. Las crisis también pueden ser sinónimo de progreso, pero se requiere dejar de lado la inercia, la retórica militante y, sobre todo, la confrontación revanchista que el Ejecutivo ha sostenido con gremios de la producción y agentes empresariales, dispuestos siempre a remar a su lado en la misma dirección para retomar el rumbo de la inversión y del crecimiento económico. También hará falta estabilidad con sectores políticos para disipar los malos vientos de este clima adverso. Por el bien del país, no es mucho pedir articulación, concertación y entendimiento entre lo público y lo privado para reactivar la economía. Las soluciones no serán fáciles, pero aparecerán si existe voluntad, confianza y certidumbre.